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NBA

Nueva versión de un clásico teñido de verde, blanco, amarillo y púrpura

El deseo prioritario de la NBA se ha convertido en realidad gracias a una final histórica entre Boston Celtics y Los Angeles Lakers que revivirá los años dorados de la competición y rescatará del letargo a la adormilada y castigada audiencia

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Izkander FERNÁNDEZ | BILBO

Fue hace 21 años. La última vez que la NBA dio pie a recordar de memoria los dos quintetos iniciales de los finalistas. Del primero al último, prácticamente todo el que vio un partido recuerda el nombre de aquellos súper héroes que tejieron una de las mayores rivalidades de la historia de la competición estadounidense.

Por aquellos tiempos, la NBA era, sin duda, el mejor baloncesto del planeta. Y aquellos diez jugadores, aquellas dos franquicias, un pedazo de historia. Magic Johnson, Byron Scott, James Worthy, AC Green y Kareem Abdul Jabbar por el amarillo y púrpura de los Lakers. Eran el glamour y el showtime.

Dennis Johnson, Danny Ainge, Larry Bird, Kevin McHale y Robert Parish por el verde y blanco de los Celtics de Boston, el equipo blanco, el esfuerzo rugoso y un icono de las cosas bien hechas. Dos ideas encontradas. O más bien, dos estados de ánimo diferentes.

Fue hace 21 años. Y el jueves volverá a repetirse como si de un sueño alimentado por la nostalgia se tratase. El mundo es diferente, el baloncesto es diferente y, obviamente, tanto los Lakers como los Celtics son diferentes. Quizá menos en el caso de los californianos, pero totalmente claro en el caso de los de Massachussets.

Los Celtics, curiosamente moldeados desde los despachos por Ainge, han crecido de golpe gracias al talonario. No ha habido transición ni construcción y sí mucho dinero para traer a estrellas con hambre de título. La llegada de Kevin Garnett y Ray Allen, unidos a la presencia del sempiterno jugador franquicia de los Celtics, Paul Pierce, supuso un soplo de esperanza para la maltrecha afición bostoniana, así como para la NBA, que veía con muy buenos ojos la vuelta a la primera línea competitiva de una franquicia histórica.

En los Lakers se aprecia una idea más romántica del baloncesto. Parte del bloque que ganó los tres anillos hace unas temporadas sigue, de una forma u otra, ligado al proyecto. Ahí están Kobe Bryant, Derek Fisher y Luke Walton. En los banquillos sigue Phil Jackson, acompañado por un ex de la cancha como Brian Shaw. Hay mimbres que ya llevan años trabajando en LA, como Lamar Odom o Vladimir Radmanovic. Y sí, también el fruto de los despachos, que posiblemente vaya a ser clave en el éxito de los Lakers, se ve reflejada en la figura de Pau Gasol.

Tres contra tres

Esta final parece cuestión de la triple suma de los elementos principales de cada equipo. En Boston se llama «Big three» y lo componen Garnett, Pierce y Allen. En los Lakers no tiene nombre pero se fundamenta en Bryant, Gasol y Odom. El mejor jugador del mundo entre los segundos. Más calidad en el primer trío. Quizá Bryant pueda desestabilizar la balanza.

Más allá de las deslumbrantes estrellas, en los Lakers lucen anillos Walton y Fisher. En Boston sólo James Posey. Secundarios de lujo a los que hay que unir a Radmanovic, Leon Powe y Ryan Rondo, entre otros.

Los Lakers ganaron el Oeste y los Celtics el Este. El récord sonríe a los de Boston, así que la nueva versión del Garden tendrá el factor cancha. Bryant y, por lo tanto, la épica, tiene en la palma de su mano dar al traste con el factor cancha.

Con un calendario que marca dos partidos en Boston, tres en Los Angeles y dos en Boston siempre que sean necesarios, la madrugada del viernes comenzará la final más mediática, nostálgica, clásica y necesaria de los últimos años. A muchos, nada más ver el verde y el amarillo, el blanco y el púrpura, se les encogerá el corazón.

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