Raimundo Fitero
Pertinaz incredulidad
Empieza a recelar de manera sistemática de todas las pantallas. Recibo tantos correos electrónicos trampa, me lleva mi despiste a tantas páginas en Internet que son una ficción corruptora de toda ingenuidad, hemos visto tantos montajes en las pantallas del electrodoméstico esencial, que ahora me considero un incrédulo integral. No me mal interpreten, la cantidad de números uno o máximos dirigentes de ETA que encuentran los portavoces de los chicos y chicas de la porra forma parte del rito manipulador y empieza a ser un cachondeo que solamente se lo creen los becarios de algunas redacciones, y no dar pábulo a esas noticias es lo lógico, lo que hacen la mayoría de los contribuyentes con un mínimo de sentido común. No, mis recelos abarcan ya asuntos de otra índole.
Miren, ahora mismo la pertinaz incredulidad me ataca al ver las imágenes de las supuestas tribus salvajes encontradas en el ámbito de la Amazonia. No quisiera pecar de listillo y perdonen por mi profunda ignorancia y mi actitud defensiva, pero son imágenes tan cargadas de tópicos, que si mañana resulta que se trata de un anuncio de un combinado tropical, de una agencia de viajes o de una telefonía móvil, no me sorprendería demasiado. La manera en la que iban vestidos, con las caras pintadas como para un ritual, lanzando flechas al fotógrafo, al pájaro de hierro, me parece algo ya visto, las películas del género nos ha retratado tantas veces al buen salvaje con estas indumentarias que me producen más que recelo.
Y más cuando se descubre otra, de similares características en Papúa-Nueva Guinea. Demasiadas coincidencias. Es más que probable que existan seres humanos viviendo sin haberse contaminado con la llamada civilización, es obvio y evidente que existen colonias de indígenas que mantienen formas ancestrales de vida, que se reivindica la vía indigenista como fórmula política en lugares ya estructurados socialmente a la manera burguesa, todo eso lo sabemos y debemos comprender que convivimos con ello, pero que de repente aparezcan estos descubrimientos me dejan amarrado a la incredulidad. Nos manipulan tanto que cuando venga el lobo no les creeremos.