Los «efectos colaterales» de una caricatura
La embajada danesa en Islamabad fue objeto ayer de un atentado que causó al menos seis muertos. Dinamarca había rebajado la actividad de ésta y otras legaciones en varios países de Oriente Medio y Magreb a raíz de la fuerte tormenta provocada por la reproducción en un diario danés de las famosas caricaturas de Mahoma, en las que asimilaba al Profeta a los atentados islamistas y se vertían afirmaciones consideradas injuriosas contra los musulmanes. Aquella publicación provocó entre enero y febrero de 2006 una vasta ola de protestas en el mundo musulmán y la mecha de la discordia, que se mantiene desde hace más de dos años, ha vuelto a prender con facilidad, en esta última ocasión por la republicación por el diario conservador «Jyllands-Poste» de la viñeta en cuestión, tras revelar el servicio secreto danés que el dibujante estaría amenazado de muerte. Sin duda, la crisis de las caricaturas ha sido y es utilizada por algunos gobiernos y movimientos políticos islamistas a los que azuzar las «pasiones religiosas» permite neutralizar tensiones derivadas de la falta de democracia y la injusticia social imperantes en sus países, lo que no impide constatar una cierta reincidencia danesa en un caso que no sólo perturba a su diplomacia sino que redunda además en la estigmatización de los musulmanes del país europeo.