Hoy la militancia de Esquerra Republicana de Catalunya elegirá al presidente y al secretario general del partido en un proceso que viene marcado por el fiasco del Estatut, la participación en el Govern liderado por el PSC y los malos resultados de las pasadas elecciones del 9 de marzo. Las diferentes opiniones existentes dentro de ERC sobre esos factores y también respecto al proyecto de futuro que debe defender el partido se traducen en cuatro candidaturas de perfiles claramente diferenciados. Todas ellas concurrirán, a una semana vista del Congreso del día 14, por conseguir el poder que otorga el control de la estructura.

Visto desde la lejanía -es decir, desde las profundas diferencias políticas, sociales, económicas y culturales que conlleva ser parte de naciones diferentes y el respeto que ello exige-, pero desde la cercanía que supone vivir subyugados bajo un mismo Estado -que además se empeña en negar cualquier otra realidad nacional que no sea la hegemónica española-, algunas de las posturas adoptadas por la dirección de ERC durante los últimos años han sido, como mínimo, difíciles de entender para quienes desde Euskal Herria comparten un fuerte sentimiento de solidaridad con el pueblo catalán. Por ejemplo, resultó especialmente incomprensible la decisión de seguir en el Gobern una vez que José Luis Rodríguez Zapatero y Artur Mas limaron y acordaron una propuesta de Estatut con nocturnidad y franca alevosía que, además, corre el riesgo de ser mutilada de nuevo por el Tribunal Constitucional español.

Hasta ahora el debate que ha transcendido, por lo menos fuera de Esquerra y de Catalunya, tiene más que ver con el protagonismo de los candidatos que con sus respectivos proyectos. Sin embargo, a partir de hoy ERC deberá centrar sus esfuerzos en articular un discurso y un programa que sirvan para garantizar la supervivencia y el desarrollo de la nación catalana y, junto con ello, una estrategia para conformar una mayoría social en favor de la autodeterminación.