40 Aniversario
«Gracias a Txabi y los de su generación hoy está el Gobierno Vasco, aunque no se reconozca» Nire osaba Txabi
Txabi Etxebarrieta lo había profetizado sólo un par de meses antes, en el manifiesto de ETA ante el Aberri Eguna: «Para nadie es un secreto que difícilmente saldremos de 1968 sin algún muerto». Su premonición se cumplió un día como hoy de hace 40 años, entre Aduna y Tolosa. En el margen de unas horas, el guardia civil José Pardines era tiroteado por ETA y el mismo Etxebarrieta caía abatido en Benta Haundi, el cruce de caminos que iba a ser también encrucijada en la historia de Euskal Herria.
Tenía sólo 17 años cuando el teléfono sonó en su casa, en la que aún reside. Era la Guardia Civil: «¿Vive ahí Francisco Javier Etxebarrieta? Está aquí su cadáver, pasen a recogerlo». Han pasado 40 años, pero «los seguimos echando en falta», subraya Asunbe Etxebarrieta, que no oculta su dolor con muchas cosas vistas y oídas desde entonces.
En la casa familiar de los Etxebarrieta apenas hay retratos de Txabi. José Antonio hizo destruirlos para evitar que la Policía los utilizara. Pero todos los detalles de hace 40 años siguen muy frescos en la mente de Asunbe. La única hermana que vive -Ángel, el tercero, falleció el pasado año- los revivió para GARA.
¿Cómo recuerda a Txabi y cómo le nació la conciencia política?
No fue por un hecho concreto. Txabi andaba siempre con su hermano, que le llevaba cuatro años. Nosotros le preguntábamos: «Pero, ¿qué haces con esos viejos?». Y él decía: «Con los de mi edad me divierto, pero con éstos aprendo mucho». Eran los tiempos de ``Ama Lur''. Iban a un café de la Plaza Nueva, o a la Librería Bilbaína... ¡Si las paredes hablaran! A mí todavía me impresiona lo poco que vivió y lo mucho que hizo.
Luego llegó el exilio...
La Policía venía a casa cada vez que pasaba algo: algún atraco... Yo era la más pequeña, así que siempre me preguntaban por él para intentar sonsacarme algo. Y aquel día me tocó coger el teléfono, fue terrible. «¿Vive ahí Francisco Javier Etxebarrieta? Está aquí su cadáver, pasen a recogerlo». Así lo dijeron. Hubo otra cosa muy dura: el día del funeral llegó una carta suya, se la mandaba a mi madre, le tranquilizaba sobre sus problemas de salud...
¿Hicieron algún intento de tratar de esclarecer los hechos, o en aquella época todo resultaba inútil?
Estuvimos en Tolosa, pero nada. La Guardia Civil nos mandaba a los militares, y los militares a la Guardia Civil. Sí hubo una cosa significativa: en la reconstrucción de los hechos, alguien oyó que el forense le decía a la Guardia Civil: «No, yo no puedo poner que le hayan disparado a más de dos metros».
¿Se les acercó mucha gente después, para darles apoyo?
Poca. Había mucho miedo. Mi madre había sido empleada del Ayuntamiento, y eran increíbles los equilibrios que hacían todos para no saludarle cuando iba a cobrar la jubilación. Sí se nos acercó gente a la que entonces no conocíamos. También destacaría a don Claudio Gallastegi, el párroco de San Antón, donde se hicieron los funerales. ¡Cómo le pusieron por eso! Al año siguiente fuimos a San Juan, y el cura nos dijo que haría funeral sólo si no poníamos esquela para avisar. Dijimos que no, y volvimos a San Antón. Al oficiante le pusieron multa.
¿Y en casa?
Fueron años muy difíciles, de amenazas por teléfono, persecuciones... A José Antonio le seguían cinco personas cuando salía de casa en los tiempos del proceso de Burgos. Lo veíamos todo desde la ventana. Y le dieron una paliza terrible aquí abajo. Yo siempre digo que a él no le dispararon, pero le hicieron la vida imposible, hasta que sufrió el infarto cerebral. Pero quiero dejar claro que nosotros no somos víctimas de nada, las víctimas fueron ellos, los que cayeron.
Sabemos qué se dice ahora, pero ¿cómo cree que les recordarán los libros de historia en un futuro?
Creo que ellos vieron claro cuál era el problema, y utilizaron unos medios pensando que eran los únicos que se podían utilizar. Y yo lo que veo es que han pasado 40 años y seguimos igual. Lo que no mejora, empeora. Gracias a Txabi y a las personas de su generación hoy está el Gobierno Vasco, aunque no se reconozca. Y, sin embargo, es un gobierno que ha permitido que se cargara contra las familias de Lasa y Zabala cuando llegó el cadáver, que es la imagen más cruel y desesperanzadora que yo he visto nunca. Se les tiraron como fieras, fui increíble. Y hay muchas cosas que oyes y que te siguen doliendo.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, escuchar: «Es que si vivieran ahora, igual no pensarían lo mismo». Eso nadie lo sabe, pero creo que yo sí tengo algunos elementos más para valorarlo. Y lo que sí tengo claro es dónde no estarían, eso lo tengo muy claro. He escuchado por ejemplo al presidente de Cantabria decir que Txabi Etxebarrieta era su compañero de pupitre en Deusto. Eso es mentira. Que los dejen en paz.