Urkullu, el presidente del EBB,lleva tiempo refiriéndose a la izquierda abertzale como la «izquierda radical». Es un término acuñado por los españoles y una vez más, vemos que la fuerza penetradora del país vecino contamina hasta a quienes deberían preservar las esencias y, mucho más, una terminología propia.

Samuel dice además, que el «colonialismo» terminológico español ha calado en gran parte de la población y empieza a calar profundamente en los dirigentes nacionalistas, «sobre todo desde la llegada de Imaz y su transversalismo. Ha sido la etapa más funesta para el movimiento independentista vasco».

«Cuando hablamos de ETA -prosigue Samuel-, no lo hacemos desde el punto de vista vasco, sino desde el punto de vista español, o si se quiere también francés, cuyos estados son los responsables de que exista esta organización armada. Si tanto Francia como España reconocieran el derecho del pueblo vasco a ser una nación, ETA nunca hubiera existido».

Y así, sucede que los dos países, en el colmo de las perversiones, usan el fenómeno ETA para tratar de adormecer y aniquilar el sentimiento independentista, al equiparar a las instituciones democráticas con ETA si se persiguen los mismos fines.

España sobre todo, dice que el euskera, el concierto económico, el Plan Ibarretxe y demás cuestiones que defienden los nacionalistas vascos, legitiman a ETA y de esta forma, quienes están legitimando a ETA son ellos con el consiguiente desprecio a toda forma democrática de defender postulados políticos. Otra cosa es que no les guste, lo mismo que a nosotros no nos gusta el nacionalismo español (...).

El PNV, concluye Samuel, jamás tendría que haber aceptado la ley de partidos, el pacto antiterrorista (que denunció pero que asumió totalmente en la época de Imaz), los ataques al Estatuto y cientos de maniobras y leyes que han ido cercenando lo que se consiguió en el 79. (...)