Sería la última vez que Louise tomara la palabra. (...) consciente de que la voz de la ONU (organización a la que representará hasta fin de mes como comisionada para Derechos Humanos) se convierte en golpe de viento cada vez que señala una crisis internacional, y decepcionada por comprobar que las prohibiciones contra los crímenes de guerra no logran hacerse efectivas, es posible que Louise Arbour escribiera su último discurso con algo más que desapego. Hubiera podido recordar sus caballos de batalla durante sus últimos cuatro años. La política contraterrorista de EEUU, sus torturas y los centros de detención ilegales, por ejemplo, o la reticencia de los gobiernos a la hora de entregar a los sospechosos de crímenes sexuales durante los conflictos en Afganistán, Irak, Congo, Darfur, Ruanda, Bosnia, Myanmar, Somalia, Bangladesh, Camboya, Costa de Marfil, Chipre, Timor Oriental, (...) al fin y al cabo eran «casos sin resolver», pero no fue así. Llegó el lunes, se afeitó los pelos de la lengua, subió al estrado y dijo: «La decisión de Italia de criminalizar la inmigración ilegal es tan sólo un ejemplo de las políticas represivas de las que se están dotando los gobiernos europeos, así como de las actitudes de xenofobia que se están extendiendo entre la población». Los europeos no necesitamos mirar fuera. La miseria moral es también nuestra compañera de piso.