Roland Garros
La joven que entrenaba en la piscina mientras caían bombas
La serbia Ana Ivanovic dio una lección de juego y venció a la rusa Dinara Safina por 6-4 y 6-3. La ex campeona Henin la coronó como nueva reina.
Arnaitz GORRITI | BILBO
Como a Ingrid Bergman y Humphrey Bogart en Casablanca, siempre le quedará París a Ana Ivanovic. La ciudad de la luz irradió su aura sobre la joven serbia, que se encumbró como la mejor tenista del momento con un 6-4 y 6-3 inapelable.
Un año después de ser vapuleada por Justine Henin y tras haber caído en la final del Abierto de Australia ante Sharapova, Ivanovic superaba con claridad a la rusa Dinara Safina y recibía de la ex tenista valona las bendiciones de nueva campeona. Y lo hacía en la pista Philipe Chartier a lágrima viva.
«Todavía no me creo ésto», afirmó la serbia minutos antes de recibir el trofeo Suzanne Lenglen. «Algunos han atravesado toda Europa para llegar a esta final, se lo quiero agradecer. Ha sido increíble para mí, cuando iba en bicicleta a mis entrenamientos soñaba con este momento y con este ambiente ha sido todavía más maravilloso», aseguró ante un estadio pleno a reventar.
El duelo entre Ivanovic y Safina fue más vibrante que los librados en los últimos años, en los que Henin masacró a sus rivales. La serbia siempre llevó la iniciativa, pero debió apretar los dientes más de una vez porque Safina jamás dio su brazo a torcer y, por ende, se vieron puntos realmente bellos y competidos.
No obstante, la victoria de ayer estaba predestinada para Ivanovic, que supo forzar los errores a su rival para, después de 98 minutos, llevarse el trofeo de Roland Garros.
La jugadora serbia, número uno a partir de mañana, quiso ser tenista gracias a Mónica Seles. Desde que pidió una raqueta a sus padres para su quinto cumpleaños, la tenista de Belgrado estaba predestinada a alcanzar la cima del tenis mundial.
Sin embargo, el aprendizaje de Ivanovic fue todo menos sencillo. La leyenda dice que aprendió a jugar en una piscina -sin agua-, donde las paredes le quedaban tan cerca que se veía obligada a tomar la bola cuanto antes. Pero más duras aún que las condiciones de «entrenamiento» eran las condiciones de vida. Ana tenía once años cuando las bombas de la OTAN llovían sobre Belgrado. «A veces caían tan cerca de nuestra casa que las paredes y las ventanas retumbaban», recuerda.
Un mecenas suizo
Viajar, la primera cosa que se aprende en tenis, era entonces prácticamente imposible. El aeropuerto de Belgrado estaba cerrado y debió pasar siete horas de autobús para llegar a Budapest, pasaporte para los torneos de jóvenes. «Todo el mundo tenía entonces a los serbios por seres malévolos», evocaba Ana Ivanovic en una entrevista reciente.
Este calvario finalizó cuando Dan Holzman, un hombre de negocios suizo apasionado del tenis, se la llevó a los Alpes, donde pudo finalmente aprovecharse de las estructuras adecuadas donde perfeccionar su tenis.
Desde entonces, su ascensión ha sido pausada, metódica, con el torneo de Roland Garros como principal testigo de su paso. Primero alcanzó los cuartos de final junto con su mayoría de edad, allá por 2005, su primera final en 2007 y, en lógica progresión, su primer título un año más tarde.
El tenis femenino mundial tiene una nueva reina: Ana Ivanovic y, después de la exhibición que dio ayer, es evidente que ha venido para quedarse. Los amantes del tenis están de enhorabuena.
Desde luego, parece dfícil derrotar a Rafa Nadal, que ha llegado a la final sin ceder un solo set, pero no le queda otra a Roger Federer si quiere, de una vez, ganar el torneo que le queda.
Caso de vencer, el suizo uniría su nombre a Donald Budge, Andre Agassi, Roy Emerson, Rod Laver y Fred Perry en la lista de tenistas en completar el Grand Slam. La cita será a partir de las 15.00.
GARA