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Undio, un ejemplo del «expolio» que la Iglesia realiza en los pueblos navarros

Undio es un pequeño pueblo de la Cendea de Zizur cuyo Concejo ha estado pagando y manteniendo históricamente la parroquia y la casa del cura. Los datos de los archivos municipales así lo demuestran, pero la Iglesia se ha apropiado de todo, incluida una huerta comunal.

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Iñaki VIGOR |

El día 24 de abril de 1926 el párroco de Undio (Undiano) solicitó al Concejo el arreglo de la casa parroquial. Un mes después el Concejo decidió hacer una nueva, puesto que la vieja no se podía arreglar. Se encargó el proyecto y se pidió permiso a Diputación para roturar 300 robadas de terreno comunal para pagar los gastos de construcción con el canon de arriendo durante ocho años.

En marzo de 1927 el Concejo adjudicó la mano de obra a Celestino Egurza en 5.850 pesetas, corriendo además con el gasto de los materiales y anunciando que se harían auzolanes para ayudar en la construcción.

En diciembre de ese año la cuenta de gastos de las obras de la casa parroquial ascendía a 19.077 pesetas. El cura se trasladó a la nueva casa, construida y pagada por el Concejo.

En octubre de 1980 el Arzobispado escrituró a su nombre esta casa parroquial, y en 1997 la alquiló a una familia, después de hacer diversas obras.

Estos son algunos datos extraídos de los archivos municipales por vecinos de Undio, que han elaborado un pequeño dosier sobre el «expolio» realizado por la Iglesia católica en el pueblo.

Al igual que ocurrió con la casa parroquial, en 1980 el Arzobispado escrituró la huerta que el párroco había hecho en 1927 en terreno comunal, huerta que quedó abandonada en 1977 tras la muerte del cura.

Pagos del Concejo al párroco

El «expolio» por parte de la Diócesis no se quedó ahí, sino que alcanzó también a la parroquia, un edificio que había sido arreglado y mantenido históricamente por el Concejo.

Así, en 1926 acordó pagar al párroco 250 pesetas al año por dar dos misas los domingos y festivos, y aumentó en 10 pesetas el sueldo del sacristán por el incremento de trabajo de las dos misas. En 1928 acordó colocar un reloj en la torre de la parroquia, actuando como dueño y sin pedir permiso al Arzobispado. Ese mismo año nombró nuevo sacristán, con sueldo de 240 pesetas al año. Un año después acordó arreglar la pared izquierda, con un presupuesto de 5.000 pesetas. Para ello, sacó a subasta varios lotes de leña, pero como no llegaba el dinero, pidió una donación a la Cofradía del Rosario. «Es decir, actuó como dueño», constatan los autores de la investigación. También actuó así cuando en 1930 decidió hacer un frontón usando la pared de la iglesia, o cuando en 1968 pidió un préstamo de 400.000 pesetas para arreglar el templo. Ese mismo año tomó un préstamo de 100.000 pesetas del Arzobispado, al 4% de interés, para pagar la deuda de las obras de arreglo de la parroquia.

En los años 70, 80 y 90 también constan varios pagos para diversos arreglos del edificio en el suelo, pared, bóveda y tejado, todo ello a cuenta del Concejo, que también corría con el gasto de la electricidad.

Pese a todo ello, en 2004 el Arzobispado escrituró el templo parroquial a su nombre.

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