«Julio González en la colección del IVAM» es el título de la muestra, comisariada por Miguel Ángel Hurtado, que permite un recorrido por la totalidad de la trayectoria del artista, a través de obras de las diversas disciplinas que cultivó: orfebrería, pintura, dibujo y escultura.

La exposición está constituida por más de sesenta obras, todas ellas procedentes del Institut Valencià d'Art Modern (IVAM), que posee una de las mejores colecciones de González, considerado uno de los principales escultores europeos de la primera mitad del siglo XX.

De las obras exhibidas en el Museo de Navarra, 30 son esculturas realizadas con hierro forjado, bronce fundido y piedra tallada. Se muestran también tres piezas realizadas en planchas de metal repujado y cinco piezas de joyería de plata, cobre y hierro, así como dibujos sobre papel y cartón en diversas técnicas (acuarela, lápiz, tinta china, pastel, etcétera).

Con motivo de la muestra se ha realizado un catálogo con textos de Consuelo Císcar, directora del IVAM, del escultor David Smith y del crítico de arte Tomás Llorens. Asimismo, el Museo de Navarra ha organizado una serie de actividades didácticas, como visitas guiadas o talleres de expresión plástica y teatral, basadas en la obra del artista catalán.

Cubismo y abstracción

Julio González Pellicer (Barcelona, 1876-París, 1942) se fue a vivir a la capital francesa con el cambio de siglo. Sus obras más tempranas son sobre todo dibujos, dedicados a temas como la maternidad, el paisaje o la vida cotidiana, y algunas pinturas al óleo, que muestran a veces semejanza con la época azul de su amigo Pablo Picasso.

A partir del fin de la Primera Guerra Mundial, se dedicó más intensamente a la creación artística y, en 1922, celebró su primera exposición individual en la galería Povolozky.

Durante los años veinte, su orientación hacia la pintura comenzó a bascular hacia la escultura. En esos años fundió algunas pequeñas esculturas en bronce. Lo decisivo, sin embargo, fue el hecho de que aplicara cada vez con mayor frecuencia su dominio de la orfebrería a la realización de esculturas ejectuadas directamente en metal: máscaras, rostros y, a partir de 1927, figuras yacentes o pequeños bodegones hechos en plancha de hierro.

El período 1932-1939 es, en opinión de los especialistas, el más creativo de su carrera, con esculturas, unas veces de orientación cubista y otras abstracta, como las dos «Maternidades» (actualmente en la Tate Gallery de Londres y en Moderna Museet de Estocolmo), «Cabeza llamada El Túnel» (Tate), «Cabeza llamada el Caracol» (MoMA de Nueva York), «Mujer peinándose II» (MoMA) y el conjunto formado por las donaciones de Roberta González al MNAM de París.

Hacia el final de ese período, central en su carrera, González crea cuatro obras importantes: «La Gran Trompeta», «Dafne» y, sobre todo, «Montserrat» (Stedelijk Museum de Ámsterdam) y «Mujer ante el espejo» (IVAM).

A partir de 1937, al tiempo que las dificultades económicas y profesionales del artista aumentan, su lenguaje se hace menos innovador y más complejo. La práctica totalidad de las obras de este período puede contemplarse hoy en el IVAM. Destacan, según los especialistas, «Hombre Cactus I» (IVAM) y «Hombre Cactus II» (Kunsthalle de Manheim), esculturas en las que el lenguaje de masas y el «dibujo en el espacio» se funden ya en una unidad indisoluble.

A partir de 1939, la ocupación alemana de París le impidió seguir usando el soplete oxiacetilénico y trabajar en su escultura metálica. Por ello, durante los últimos dos años de su vida se dedicó casi exclusivamente al dibujo. Falleció en 1942.