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José Luis Orella Unzué Catedrático senior de Universidad

«Quousque tandem» en el centenario de Jorge de Oteiza

El libro es tipográfica y temáticamente complejo y, sobre todo, personal. Es una estatua que puede ser contemplada desde distintos puntos de vista «Quosque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?» ¿Hasta cuando, di, Partido Socialista de Euskadi y Partido Popular, abusarás de nuestra paciencia?

El escultor Jorge de Oteiza nació en 1908. Estamos por lo tanto celebrando el centenario de su nacimiento. Cuando escribe la obra del «Quousque tandem» ya era un escultor consagrado porque había diseñado la estatuaria de Arantzazu, había ganado en Brasil el Gran Premio Internacional de Escultura en la IV Bienal de San Paulo y había sido en Montevideo vencedor absoluto del concurso internacional sobre monumentalidad en la escultura y su integración en la arquitectura y la ciudad.

El libro que ahora pretendo comentar, y sobre el que ya en 1975 di un curso completo en la Universidad, tiene como subtítulo «Interpretación estética del alma vasca».

El título es un exabrupto sacado de una de las Catilinarias de Cicerón: «Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?» El libro es tipográfica y temáticamente complejo y, sobre todo, personal. Oteiza no se atiene a las normas pedrestes cotidianas. El libro no tiene páginas sino números. Puede leerse en cuatro niveles, desde el recorrido natural hasta la lectura por materias. Se puede leer dando saltos líricos porque la reflexión es reversible. El libro es una estatua que puede ser contemplada desde distintos puntos de vista. El momento del desarrollo en el que el lector haya terminado de captar el proceso experimental y estético, será ésa la puerta por la que deberá entrar de nuevo para retomar una más amplia y profunda comprensión.

Se trata de una interpretación correcta y esencial del hecho vasco en el contexto del proceso universal. Y el hecho vasco nace del sentido dado al crómlech neolítico, culmina en los silencios y eliminaciones del arte contemporáneo y termina en la asunción del vacío, que es al fin y al cabo la repetición del crómlech neolítico vasco pero interiorizado en la vida cotidiana.

Para Oteiza la captación del hecho vasco parte de una interpretación estética a la que la mayoría, principalmente de políticos y menos si no son vascos, no tiene acceso. Y desde esta atalaya se sienten los comportamientos, las peculiaridades sicológicas y temperamentales de los vascos.

Para los vascos el comportamiento diario con los demás es algo sagrado. No se trata sólo de iniciar y terminar una tarea comercial de mercadeo. Es la solidaridad de una persona y de un pueblo que defienden la propia independencia. Es, por lo tanto, la historia de una comunidad basada no en las leyes ni en los escritos, sino fundamentada en la legitimidad de la tradición oral. Y si así ha sido en la historia, el futuro globalizado de nuestro pueblo se construirá retrocediendo y caminando hacia atrás, para luego seguir sus pautas en el futuro.

Oteiza trató con este trabajo de mostrar la correspondencia con el neolítico, de un nuevo tipo de sensibilidad que está hoy dando a luz el arte contemporáneo. E igualmente la continuidad de la identidad vasca desde los primeros tiempos prehistóricos hasta la actualidad. Con el viejo estilo de mirada para el arte y la vida, el pueblo vasco tradicionalmente viene heredando y perdiendo, viviendo y proyectando el futuro. Oteiza en este libro trató de describir cuál es el hombre vasco y cómo es este estilo vasco. Cuando el vasco aísla su casa, su quehacer social y su modo de convivencia política, no lo hace por insociabilidad, sino para afirmar la confianza en sí mismo. Cuando el vasco baila, lo hace solo y al suelto, con la misma finalidad de afirmación. Pero lo que queda claro para Oteiza es que existe el hombre vasco, el pueblo vasco, el saber hacer y comportarse del vasco.

Según Oteiza, el pintor vasco Zuloaga no es un pintor vasco. Ignacio de Loyola no es un santo vasco. Unamuno no es un filósofo vasco. Pero sí es vasco Baroja y su estilo narrativo. Garicoïts sí es un santo vasco. Iriarte sí es un pintor vasco. Pero estos autores nacidos entre nosotros sí son vascos en sus formas de pintar y de organizar. Sí es vasco su estilo de actuar y de filosofar porque admiten que el pueblo vasco existe. Sí es vasco su estilo de comportarse, porque estilo vasco quiere decir privación del sentimiento trágico de la existencia. La admisión del crómlech como primer hito cultural vasco, es la constatación del alma individual vasca la cual, a su vez, es la que amasa el alma colectiva vasca.

«Quosque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?» ¿Hasta cuando, di, Partido Socialista de Euskadi y Partido Popular, abusarás de nuestra paciencia? «Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet?» ¿Cuánto tiempo todavía, ETA, ese furor tuyo nos burlará? «Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia?» ¿Hasta qué límite (tu) audacia irrefrenada, Audiencia Nacional, se agitará? «Nihilne te nocturnum praesidium Palatii, nihil urbis vigiliae, nihil timor populi, nihil concursus bonorum omnium, nihil hic munitissimus habendi senatus locus, nihil horum ora vultusque moverunt?» ¿Acaso, España, nada te ha conmovido la guardia nocturna del palatino, nada los vigías de la ciudad, nada el temor del pueblo, nada la afluencia de todos los buenos, nada este lugar muy fortificado para reunir al Senado o Parlamento vasco, nada los rostros y faces de éstos vascos te han conmovido?

Catilina, con el hombre vasco, con el pueblo vasco y sus instituciones no se puede jugar. ¿Hasta cuando, di, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? ¿Cuándo nos veremos libres de tus sediciosos intentos? ¿A qué extremos se arrojará tu desenfrenada audacia? ¿No comprendes que tus designios están descubiertos? ¿No ves tu conjura fracasada por conocerla ya todos? ¿Imaginas que alguno de nosotros ignora lo que has hecho anoche y anteanoche, dónde estuviste, a quiénes convocaste y qué resolviste?

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