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Final de liga en segunda división

Una nueva cicatriz en el corazón de una hinchada siempre fiel a sus colores

Resignación. Esa fue la reacción de la mayor parte de la afición blanquiazul al término de un choque que supuso una nueva cicatriz en el alma realista. Y ya van unas cuantas. Anoeta se llenó para presenciar en directo el retorno de la Real a Primera. No pudo ser. Los transistores sólo tajeron malas nuevas.

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Imanol INTZIARTE

A la salida del estadio, conversaciones en tono apagado y muchas cabezas con el mentón pegado al pecho. La hinchada blanquiazul está sumando durante estos últimos años tantos golpes, tantas convulsiones, tantas decepciones, que el día que haya algo que celebrar -llegará, seguro que llegará- será por todo lo alto. El listón se había situado en un punto en el que no existía término medio. Ascender o no ascender. Éxito o fracaso. La diferencia entre ser tercero y ser cuarto.

Moderado optimismo

A falta de una hora para que comenzase el choque, las camisetas blanquiazules eran mayoría en las inmediaciones de Anoeta. Se veían algunas blanquiverdes del Córdoba -atracón de kilómetros en pos de la permanencia- y bastantes más, mitad azules mitad rojas, con los rostros de Barriola y Bengoetxea. Los pelotazales de Leitza eran los únicos que tenían asegurada la victoria. El resto, a sufrir.

A lo largo de la semana, el sentimiento de la afición realista había pasado del hundimiento moral tras lo de Mendizorrotza a un moderado optimismo que iba in crescendo según pasaban las jornadas.

Era la versión de una célebre cita del galés, quien decía que, tras un mal partido, se planteaba en cambiar para el siguiente a los once jugadores. El martes sólo a seis, el viernes sólo a tres y, llegado el domingo, jugaban «los mesmos cabrones de siempre». Así, los que hace ocho días renegaban y echaban pestes, estaban otra vez al pie del cañón. Se es o no se es. Y la hinchada de la Real es fiel. En las duras y en las maduras.

Con el portátil enchufado y el wi-fi a pleno rendimiento, existía la esperanza de que llegaran buenas noticias desde el Molinón y La Rosaleda. Toda la semana acordándonos de las dos ligas que el Tenerife le birló al Real Madrid para entregárselas al Barça.

Se buscaban sucesores para Pizzi y Míster Proper Derticia, que ahora se llamaría Don Limpio. Un empatito chicharrero, no pedíamos más. Habíamos rezado a Cristo... Marrero y sus colegas. Lo de que el Eibar ganara en el Molinón se veía más complicado, para qué engañarnos. Cinco y media. El equipo salía a calentar entre aplausos. Por la megafonía sonaba «The Final Countdown», de los Europe. Todo un clásico. Y sí, la verdad es que era la cuenta atrás. ¿Para qué? La bola de cristal se quedó en casa. El recital seguía con el «Jo ta ke» de Sutagar. El dj iba al grano, que no estaba el día para mensajes subliminales.

La hora de la verdad

Y llegó la hora de la verdad. Anoeta, lleno hasta la bandera, rugía con el pitido inicial. Las pulsaciones, a 200. Un ojo en el campo y el otro en internet. Y el oído en la radio. Marcaba el Celta. Pintaban bastos para el Alavés. El Córdoba aguantaba y salía con peligro. Pánico en las tribunas. Balón al larguero. Más gritos que el Festival de Cine de Terror.

Era un aviso. Poco después, los andaluces anotaban el 0-1. Más difícil todavía. Anoeta enmudeció por unos instantes. Una falta mal lanzada por Gerardo desataba los primeros pitos. Afortunadamente, y coincidiendo además con el gol del Sporting, el certero remate de Labaka devolvía la fe. El público se ponía en pie para empujar.

Cuando se aproximaba el descanso, el gol del Málaga supuso un jarro de agua fría. El marcador simultáneo no funcionaba, pero el boca a boca sí. Restaban 45 minutos y se necesitaba, al menos, otro gol de la Real y uno del Tenerife. Rostros serios. Las cuentas estaban claras y no permitían ser halagüeño. El Alavés también necesitaba dos tantos, en este caso propios.

La segunda mitad comenzó con algo de retraso en Donostia -donde tres aspersores se pusieron a soltar agua- y en Málaga -en internet se podía leer: «no aparece el balón»-. ¿Triquiñuelas para terminar más tarde? Pasaban los minutos y todo seguía igual. La angustia crecía exponencialmente.

Se acabó lo que se daba

Segundo del Málaga, segundo del Sporting. Impotencia de la Real. La espita de la olla a presión se aflojaba y comenzaba a dejar escuchar algunos silbidos. Otros optaron por marcharse del estadio. Quedaba más de un cuarto de hora por delante para rumiar la decepción.

El Córdoba sabía que, debido a la espectacular remontada del Alavés, una derrota le mandaba a Segunda B. Con el empate, se salvaron gracias a que el Cádiz marró un penalti en el último minuto. Fueron los únicos que tuvieron algo que celebrar ayer en Anoeta. El resto, testigos mudos de su alegría. Ya llegará el día de celebrar. Siempre llega. Y la afición blanquiazul estará ahí. Fiel. Como siempre.

 

18.00

Arrancan los partidos en Donostia, Málaga y Gijón. En este momento, los donostiarras están situados en la cuarta posición. Hace falta derrotar al Córdoba y esperar un resultado propicio en La Rosaleda o en El Molinón.

19.28

El Málaga anota su segundo tanto gracias a un lanzamiento de penalti. También marca el Sporting. Las posibilidades de ascenso se diluyen y la fe en los milagros futbolísticos es lo único a lo que aferrarse. Los ánimos se van apagando.

18.33

El Córdoba anota el 0-1. Cinco minutos más tarde, el Sporting se adelanta ante el Eibar. Al mismo tiempo, Labaka marca el empate. Cerca del descanso anota el Málaga. Camino de vestuarios, todo está más complicado que al inicio.

19.53

El árbitro Mateu Lahoz pita el final del partido. La próxima temporada, la Real seguirá en Segunda División. Ajenos a la decepción, los chavales de las sillas invaden el campo para tocar a unos jugadores cabizbajos. La grada lo asume con resignación.

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