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Final de liga en segunda división

El Alavés se salva en otra gran remontada y a la Real se le escapa el asalto a Primera

La de ayer en Balaídos era una cita sin retorno y, tras 45 minutos en el abismo, el Glorioso resurgió potente otra vez para conseguir otra remontada imposible y asegurarse la permanencia en Segunda División. En perfecta armonía con su afición, tres goles de Aganzo, Gabri y Toni Moral en otros seis minutos mágicos -la semana pasada se metieron dos en cuatro minutos- resucitaron al equipo. En tierra de Meigas, hay motivos para creer que haberlas haylas.

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CELTA DE VIGO 2

DEPORTIVO ALAVÉS 3

Jon ORMAZABAL | VIGO

Por la vía de un sufrimiento exagerado, pero el Deportivo Alavés consiguió ayer dar la vuelta a una de sus situaciones más extremas tras otra remontada épica. Por resultados, imagen y juego, el Alavés era un cadáver al descanso, pero el equipo encontró en la segunda mitad la fe, la forma y por qué no reconocerlo, la indolencia celtiña suficiente para resurgir y salvar la categoría con tres goles en apenas seis minutos, dando continuidad a aquellos del derbi ante la Real.

La explosión fue enorme en cuanto el transistor que trajo las noticias de Anoeta y Alicante confirmó la permanencia y la ocasión lo merecía, ya que el desenlace fue una especie de resumen de lo vivido durante la angustiosa temporada, en el que dos arreones finales han arreglado una trayectoria demasiado irregular y errática.

El comienzo e incluso el previo en Balaídos fue un desastre en lo deportivo -la afición volvió a ser lo mejor del Alavés-, ya que en el calentamiento Pablo Casar cayó lesionado, obligando a Salmerón a introducir aún más cambios en un once ya de por sí excesivamente retocado. La entrada de Gaspar en el centro del campo, relegando a Sergio a la derecha, con Ángel en el lateral zurdo tras dos meses sin jugar no hizo sino confundir más a un Alavés excesivamente presionado, que deambuló por el campo dejando grandes espacios entre líneas y sin ninguna intensidad ni criterio ofensivo.

A pesar de saltar al campo sin muchos incentivos, con los pocos aficionados celtiñas de uñas con los jugadores y pancartas pidiendo a su presidente que no les pague, el Celta aprovechó las enormes facilidades otorgadas por los ayer vestidos de negro para ponerse por delante en el marcador, sin casi buscarlo.

Preso de los nervios y la tensión, el Alavés no era capaz de dar tres pases seguidos y a los ocho minutos una internada desde la derecha de Núñez fue rematada en el segundo palo por Canobbio multiplicando exponencialmente la angustia. Bloqueados, los albiazules no eran capaces de encontrar la forma de darle la vuelta a una impotencia que los comía.

Salmerón reaccionó desde el banquillo retirando a un Gaspar ausente por Gabri, pasando el catalán al interior diestro y colocando a Sergio en una posición mucho más natural.

Sin embargo, hubo que esperar a la segunda parte para que el guión cambiase. El conjuro del descanso surtió efecto, tanto en un Alavés que, ya con todo perdido, se echó arriba, y en un Celta que se dejó llevar para enojo de una afición que terminó insultando a los suyos.

De la nada al todo

Con las ideas mucho más claras y mucho mejor colocados sobre el terreno de juego, el equipo gasteiztarra fue acorralando al Celta en torno a su portero y, sin apretar en exceso, el conjunto celtiña cayó de maduro.

Aganzo, poniendo fin a una sequía demasiado prolongada, empató el partido en el minuto 66 tras aprovechar un centro desde la izquierda de Jairo. La inercia hizo el resto una vez se igualó la contienda.

También el Celta, según cuentan por Vigo, quiso resumir su temporada en la última jornada y sacó de quicio a los pocos sufridores celtiñas. Otros dos fogonazos entre insultos a los locales aseguraron que la tan necesitada victoria no se escapaba. Gabri, aprovechando otro centro al área y Toni Moral, de magistral falta, pusieron el 1-3 en un abrir y cerrar de ojos y el sufrimiento final fue mucho mayor por lo que pasaba en otros campos que por el gol de falta de Núñez ya en tiempo de prolongación.

Ortiz de Zarate: «El Alavés sigue muy vivo y para largo»

La explosión de alegría fue grande en cuanto las radios confirmaron que el Alavés seguía siendo equipo de Segunda. Los cánticos, abrazos y bailes de jugadores, cuerpo técnico, directivos y afición por mantener la categoría eran propios de un gran título, pero es que la ocasión lo merecía, ya que el Alavés y el alavesismo demostraron estar vivos, como resumió un exultante Fernando Ortiz de Zarate.

«La verdad es que ahora mismo no se pueden hacer grandes valoraciones pero ha sido un año muy duro. Ha acabado todo bien, el equipo está en Segunda, tiene una estabilidad mucho mayor de la que tenía en aspectos económicos y deportivos y a ver qué pasa el año que viene», declaró el mandatario albiazul.

«Es prematuro hablar del año que viene, lo importante es que el club va a salir adelante y por muchos años porque nos hemos encargado de que esto sea un club estable y que siga, siendo yo el presidente o siendo cualquier otro».

En un principio, el presidente era un poco reacio a celebrar una permanencia, pero vistos los acontecimientos, dejó entrever algún tipo de acto para agradecer su apoyo a la afición. «Lo de estos aficionados es impresionante. Gracias a ellos he tirado hacia adelante porque he pasado muchos problemas a nivel económico y deportivo. El Alavés sigue vivo y muy vivo», repitió.

De hecho, la primera celebración tuvo lugar ayer en Vigo, donde el equipo cenó y pernoctó a pesar de que la primera intención era la de regresar a Gasteiz directamente desde Balaídos. La salida del autobús del campo, que casi se deja en tierra a un Calderón exultante y con peluca azul, fue impresionante, más aún si la comparamos con cómo tuvieron que abandonar el estadio los integrantes del Celta. Un nutrido grupo de aficionados se dio cita a la puerta de salida e insultó duramente a muchos futbolistas celtiñas, a los que acusaban de falta de compromiso hacia un club con grandes deudas.

En el aspecto deportivo, José María Salmerón achacó todo el mal juego de la primera mitad a la presión que acongojó a sus jugadores «en la peor primera parte desde que llegué aquí». Jon ORMAZABAL

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