El fútbol no fue justo ayer con unos jugadores y unos aficionados que se merecían el ascenso por todo lo que han tenido que vivir en los últimos meses los primeros y en los últimos años los segundos. Resulta cruel que unos futbolistas se queden con la sensación de que no hayan ascendido simplemente porque pensaban que en Mendizorrotza no necesitaban perder el tiempo y simular lesiones como hicieron ayer los del Córdoba desde el primer minuto para lograr su objetivo.

El fútbol no ha sido justo con unos jugadores que han tenido que asumir y convivir con cosas que no habrá futbolista en el mundo que haya conocido y, sin embargo, tendrán que callar porque todo lo que sale de boca de alguien que no consigue su objetivo suena a excusas.

El fútbol no ha sido justo con unos jugadores que tranquilamente podían haber acabado todos en un psicólogo por lo que han vivido esta temporada, sobre todo en los meses finales, y que han sido capaces de llegar con opciones de ascenso a la última jornada, un éxito para alguien que conozca la realidad de lo que ha pasado este año.

Es un milagro que los jugadores no se hayan derrumbado nunca en una temporada en la que han visto cómo entraban en su vestuario tres presidentes distintos y otros tantos entrenadores, cambios registrados cuando eran cuartos. Han visto cómo se entrenaban juntos 27 jugadores y pese a todo ninguno ha dicho nada, han conseguido mantener un ambiente fenomenal y han alimentado la esperanza del ascenso hasta la última jornada cuando un equipo normal con todo lo vivido este año habría descendido.

Duro castigo

Sin embargo, el fútbol ha castigado con dureza la locura que supuso salirse del único camino que puede seguir este club justo en el momento en el que quedaba más claro que era válido. Porque la Real acabó la primera vuelta con 34 puntos en una línea ascendente tras superar el duro inicio a un solo punto de los puestos de ascenso.

Pero llegó un señor que hizo creer a toda Gipuzkoa que en lugar de ese camino había una autopista hacia el éxito y forzó a Coleman a marcharse porque no le gustó que dejara sin convocar a un juvenil de segundo año que ayer, como toda la temporada, demostró que está más verde que una lechuga.

La Real gastó en fichajes más de 3,5 millones en enero sin tener posibilidad de pagarlos y eso no ha valido para nada. Ha sumado en la segunda vuelta los mismos 34 puntos que en la primera y ha acabado a cuatro puntos del ascenso. Uno estaba convencido de que con el camino elegido se habría subido este mismo año como estaba seguro que no se iba a lograr si se salía de él. Por desgracia, el tiempo le ha dado la razón. Porque Coleman cogió un equipo muerto y sin confianza y Eizmendi recibió uno crecido y con la moral a tope y, pese a tener un punto de inicio tan diferente, la puntuación ha sido igual.

Pero lo más grave es que con el primer camino, en el peor de los casos, se habría ganado tiempo con la progresión de una generación de chavales que cuando empezó a jugar comenzó una racha fantástica. La mayoría de ellos se han pasado la segunda vuelta en el palco comiendo pipas. La Real ha perdido medio año, el ascenso y el dinero que no tiene y el futuro es impredecible, pero preocupante.

Del partido poco se puede decir. La emoción sólo duró 45 minutos. Cuando el equipo y su afición vieron que no había opciones de ascenso se sumieron en la depresión y no se pudo ni acabar la Liga con victoria.