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Raimundo Fitero

Pasado televisivo

Todos tenemos un pasado televisivo. Y cuando digo todos, digo, también, todas. Unas más que otros. Y esto va a ser una constante. Cualquiera a lo largo de su vida va a aparecer voluntaria o involuntariamente en la televisión. Por su trabajo, por las circunstancias o por las casualidades. De manera activa o de manera pasiva. Pero los archivos de las videotecas van a ser nuestra biografía y nuestros antecedentes penales, sociales o contextuales.

El nuevo nombre de la corrupción, el tal Antonio Barrientos, alcalde de Estepona, además de salir en la tele en los últimos días, casi siempre de costadillo, subiendo y bajando de los coches celulares, en esa actividad tan política que se sustancia en ir entrando y saliendo de dependencias policiales o judiciales, o con imágenes de algunos de los plenos de su ayuntamiento, ya se le puede ver su pasado televisivo en Youtube cuando concursó en uno de esos programas para gentes con complejos, problemas o ambiciones, en este caso en el que se llamó «Viva los novios». Allí buscaba pareja, o cariño, y lo encontró definitivamente en el ladrillo. Ya allí comentaba que vivía en el campo rodeado de animales, «caballos, gallinitas...», después entró en la jungla de las recalificaciones de terrenos y todo se llenó de apartamentos. Pero él seguía amando a los animales y los cuidaba mientras crecían sus cuentas corrientes. Para completar el menaje hay que señalar que éste es socialista, para que se entienda perfectamente aquello de los perros y los collares.

Por cierto que hay un alcalde con mucho pasado televisivo. Se trata de Manuel Morilla, el de Morón de la Frontera que ha pasado a la gloria porque ha nombrado alcaldesa honorífica y perpetua a María Auxiliadora, la virgen de su pueblo. Lo hemos visto en diferentes programas en pleno ejercicio de sus funciones de cacique y de alcalde electo con mayoría absoluta maltratando a la oposición a la que insultaba de manera despótica. Pero su pasado estaba vinculado, curiosamente, a Jesulín de Ubrique, del que era su apoderado. Y salía a las plazas a torear de espontáneo. Y lo hemso visto en estos días haciendo el ridículo. Pero rico.

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