Nanni Moretti se ha concentrado esta vez en la interpretación, dejando la dirección al no tan avezado Antonello Grimaldi. No obstante, su implicación en la película es total, participando en el guión adaptado de la novela de Sandro Veronesi, que tiene un punto de partida muy cercano al que manejó en su premiada «La habitación del hijo». De nuevo la perdida de un ser querido es la que marca al protagonista, con la diferencia de que su reacción frente a la tragedia familiar, aquí la muerte de su mujer, es muy distinta. Como el padre de «La vida sin Grace» se vuelca totalmente en su hija, a la que deja en la puerta del colegio y espera pacientemente hasta la hora de salida en un parque contiguo, donde establece su nuevo mundo de relaciones personales. Hasta allí traslada a sus amistades y contactos de trabajo, a la vez que conoce a otros padres o extraños a los que se confiesa, y entre los que se puede reconocer a Roman Polanski.

El bloqueo emocional de este ejecutivo maduro, que se muestra insensible e incapaz de sufrir como ocurría en la época de los melodramas neorrealistas, refleja el estado actual de tensa calma que vive la sociedad italiana dirigida por una oligarquía de empresarios, contemplado con un soterrado humor y la ironía expresada en «El caimán», el alegato que realizó Moretti en el año 2006 contra Silvio Berlusconi.