Disparando a Bush
«Muerte de un presidente»
Hay películas que causan mayor impacto en su planteamiento y presentación que cuando llegan las críticas. «Muerte de un presidente» armó un extraordinario revuelo a su paso por los festivales internacionales, con prohibición incluida para su distribución en los principales circuitos de salas norteamericanos, pero luego ese globo mediático se ha ido desinflando. La hipótesis de un atentado contra George W. Bush actuó como detonante, pero ahora toca enjuiciar con más calma la manera en que el inglés Gabriel Range ha desarrollado tan prometedor punto de partida. El guionista y realizador de la BBC ha elegido el camino del thriller policial, al centrar el argumento en la investigación que sigue al asesinato. Con ello quiere demostrar que, aunque lo del magnicidio sea inventado, la realidad de la persecución a sospechosos de raza árabe es la que hay. Por eso muestra el acoso del FBI a un ciudadano sirio, que sirve de chivo expiatorio, cuando el verdadero culpable es un excombatiente de Irak que actuó por resentimiento.
No se puede decir que la opción asumida por Range carezca de interés, pero se echa de menos el tipo de narración especulativa o de política-ficción al que se prestaba la idea inicial. No entra a valorar las posibles consecuencias de la muerte de Bush. El afroamericano Kevin Willmott fue mucho más atrevido en su también falso documental «CSA. Los Estados Confederados de América», en el que imaginaba cual habría sido el devenir de la historia norteamericana de haber salido victorioso el Sur en la Guerra de Secesión. Lo que venía a concluir es que en el fondo las cosas seguirían siendo parecidas, como resulta evidente que de no fallar el intento de asesinato de Reagan tampoco habría traído grandes cambios.