Begoña Arrieta Nájera Doctora en Sociología, en representación del Colectivo ALAIZ
Por un lenguaje no sexista
Cuando decimos que el lenguaje es «sexista» nosotras nos referimos a que dicho lenguaje desvaloriza en muchos casos, desestima en otros e invisibiliza en su mayoría lo que son y hacen las mujeres en la sociedad, tanto en el pasado como en la actualidad
A la vista de las opiniones que estos días han aparecido en la prensa respecto a si el lenguaje es sexista o no y su conveniencia o no de adaptación a la sociedad actual, deseamos exponer nuestra opinión al respecto, puesto que trabajamos para conseguir la igualdad real y es un tema que tratamos en los cursos que impartimos.
Se pregunta si el lenguaje es sexista, y nosotras opinamos que sí lo es, porque el lenguaje actual nace y se ha desarrollado en una sociedad sexista, que todavía no se ha alcanzado erradicar.
Pero dicho esto, deseamos aclarar si todos y todas estamos hablando de lo mismo. Cuando decimos que el lenguaje es «sexista» nosotras nos referimos a que dicho lenguaje desvaloriza en muchos casos, desestima en otros e invisibiliza en su mayoría lo que son y hacen las mujeres en la sociedad, tanto en el pasado como en la actualidad.
¿Y por qué se produce esto? Creemos que porque en el origen de nuestro lenguaje se aceptó como norma gramatical utilizar el uso del masculino singular y plural para designar a nivel individual y grupal a personas de ambos sexos. Hay miles de ejemplos que utilizamos diariamente y no le damos ninguna importancia. Por ejemplo, si yo me refiero a «mis cuatro hermanos», ¿sabría alguien decirme si todos son hombres o tengo alguna hermana?, o si organizo una exposición bajo la denominación «Las edades del hombre», ¿pueden asegurar que están también incluidas «las edades de la mujer»?
Es decir, el lenguaje se creó ignorando a las mujeres, porque en aquél momento no contábamos para nada en la sociedad. También se nos negó la categoría de ciudadanas, cuando la cultura griega incorporó esta categoría entre su población, y todo porque el lenguaje expresaba el tipo de sociedad patriarcal de cada época.
Pues bien, en el siglo XX, con el acceso de las mujeres a la educación y el conocimiento, empezamos a pensar, razonar e investigar por nosotras mismas, y decidimos que queríamos ser valoradas y tenidas en cuenta, para lo cual reivindicamos una identidad propia, con igualdad de derechos y oportunidades; es decir, hemos adquirido la categoría de «ciudadanas».
Por tanto, nosotras estamos hablando de «dar visibilidad a más de la mitad de la población, ya que lo que no se nombra no existe, pues no se valora». Y por ello queremos que se refleje en la sociedad actual «quién hace qué», si son hombres, mujeres o la ciudadanía en general. Reivindicamos el uso de genéricos siempre que se puedan utilizar, tales como «personas» para denominar a hombres y mujeres juntos.
El lenguaje es de tal riqueza en expresiones que si nos pusiéramos a trabajar en común sobre este tema, en vez de infravalorar y tratar de desprestigiar a las personas que tratamos de actualizarlo, estamos seguras de que encontraríamos fórmulas nuevas que, sin atropellar el lenguaje, no «excluyeran» a nadie.
En las últimas décadas hemos superado tantos estereotipos, valores y modelos de vida que nuestra sociedad no tiene nada que ver con la de nuestros padres y madres. Estamos hablando del siglo XX, en el cual se han dado más cambios que en cientos de años anteriores, y todos estos cambios deben estar reflejados en el lenguaje, porque la lengua es viva, no estática. Por lo cual, no entendemos que se valore más el mantenimiento de una regla sobre género gramatical que realizar su adaptación al avance enorme que hemos conseguido las mujeres, tal es así que se le llama «la revolución del siglo XX».
Nosotras partimos de que las personas se dividen por «sexo» en hombres y mujeres, y por «género» en masculino y femenino, y que el género es una construcción cultural, producto de la socialización recibida en cada cultura del planeta Tierra, por tanto modificable. Si a los que se oponen a la evolución de la lengua les resulta tan difícil aceptar lo que planteamos, les proponemos un cambio, que los hombres pasen a ser designados por el género femenino, singular «la» y plural «las», durante el mismo período de tiempo que hemos sido las mujeres designadas con el masculino. Parece justo, ¿no? ¿Estarían de acuerdo, señoras?
Para finalizar, queremos pedir reflexión seria sobre este tema, ya que «pensamos con palabras, la lengua condiciona y limita la manera de pensar. Es un instrumento de organización e interpretación de la realidad, y si el lenguaje es sexista, discriminatorio, actúa como freno a la hora de que se produzcan cambios» («La comunicación como elemento de progreso», Subdirección de la mujer, Gobierno de Navarra, 1994). A nosotras nos queda claro que hay que adaptarlo a nuestra realidad, no al revés, seguir sometidas a unas reglas de otra época.
«Un uso del lenguaje que representa a las mujeres y a los hombres y que nombra sus experiencias es un lenguaje sensato que: no oculta; no subordina; no infravalora; no excluye; no quita la palabra a nadie...» (Nombra, Instituto de la Mujer, 2003, Madrid).