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CRÓNICA Festival Kobetasonic

La banda más caliente del mundo

El monte Kobetas lleva camino de convertirse en un lugar de leyenda, en un cruce de caminos que será recordado por acoger en un corto periodo de tiempo una colección de conciertos imposibles hace sólo unos años.

Izkander FERNÁNDEZ

Era común babear mientras se apreciaba que en el extranjero, festivales como Reading o Monster of Rock, reunían a las mejores bandas del mundo. Ahora, Bilbao y Kobetas parecen el epicentro mundial de los festivales de rock, y en muy pocas ediciones, acumula una cantidad de nombres de ensueño: Guns N' Roses, The Cult, Red Hot Chilli Peppers, Metallica, Iron Maiden, Judas Priest y desde el sábado por la noche, la banda más caliente del mundo: Kiss.

Kiss son un referente cultural a medio camino entre el rock duro de toda la vida y el mundo del cómic. Entre una fábrica de hacer dinero y una institución. Poco importa que sus días de gloria compositiva queden tan lejos que ya nadie recuerde cuándo escuchó el último buen disco de Kiss, ellos siguen en la brecha ofreciendo un espectáculo tan exagerado y desmedido como necesario.

El concierto de Bilbo no fue para menos. La jornada fue extraña. Todo era Kiss. Todo parecía girar en torno al monstruo mediático: los fans, los horarios, el clima...

Todavía era la hora de comer cuando Tigertailz abrieron fuego desde el escenario «pequeño» con su rock duro pastoso y glam fuertemente influenciado por el sonido de Los Ángeles de finales de los 80. Latzen fue el avance de una oleada de bandas duras que se movían con efectividad entre el heavy metal clásico de los gipuzcoanos, el thrash metal de Death Angel, el death metal de Obituary y el death melódico de Arch Enemy.

Fue la de Arch Enemy la primera actuación que puede ser considerada como masiva, con las campas del recinto de Kobetas mostrando ya un hervidero de gente nerviosa a la tensa espera del plato fuerte de la noche: Kiss. Tras Arch Enemy, Brujería demostró ser un proyecto que ha perdido prácticamente todo lo bueno que tuvo en sus primeros pasos. Toda la parafernalia chicana, narcotraficante y asesina parece ahora una broma sin gracia, que se ahoga en su propia incapacidad de reciclarse y resultar, al menos, graciosa. Si es eso a lo que aspiran sus ejecutores.

La cosa se puso seria, con algo de retraso ya, sobre las 19.00 horas, cuando Tesla aparecía en escena. Tesla fue una de aquellas bandas que durante los ochenta dominaron el mundo discográfico. Una de aquellas grandes formaciones que arrasaron en las listas de ventas haciendo un rock que mezclaba diferentes vertientes clásicas. Por un lado estaban los Rolling Stones, por otro una actitud punk, callejera y peligrosa y por otra el amor por grupos más duros como Aerosmith o AC/DC.

Si bien la industria discográfica ha cambiado completamente y ya bandas como Tesla no tienen su hueco en ella, la calidad de las entregas del quinteto no ha bajado en absoluto en todos estos años. Esto les permite unas posibilidades a la hora de conformar un repertorio, como se pudo comprobar en Kobetas. Lo más triste, que no había tiempo para grandes alardes. Pese a todo, Tesla fue uno de los ganadores de la noche.

Tras Tesla el festival dio un giro hacia el heavy metal y el rock duro de corte más clásico, no sólo por su propuesta, sino por la entidad de los artistas. MSG, las siglas de Michael Schenker Band, ofreció un buen concierto, pese a que el momento más celebrado fue la versión que el rubio guitarrista alemán realizó sobre su primera banda. El tema fue «Rock bottom», un clásico entre los clásicos. Su ex banda, UFO, una de las mejores formaciones de la historia del heavy metal.

Los suecos Europe, posiblemente cautivos de su propio pasado, fueron una de las bandas más populares, no únicamente por la presencia de público, sino por la respuesta del mundo. Europe se hizo muy popular en todo el mundo a mediados de los ochenta cuando pusieron en circulación el single titulado «The final countdown». Pues bien, ese fue seguramente el momento del festival, 30.000 gargantas cantando a pulmón abierto el single por excelencia de Europe. Una postal difícil de olvidar y que demuestra que lo que cala hondo cuando alguien tiene entre ocho y quince años, queda grabado en la memoria para siempre.

Ya todo era Kiss. Pese a que quedan otros tres grupos, dos antes y otro después, el grueso del público no se movía del escenario en el que actuarían los cabezas de cartel del segundo día del Kobetasonic. Con Dio pasaba algo curioso, se veía a la mitad de la audiencia cantando auténticos clásicos como «Holy diver» o «Rainbow in the dark» y a la otra mitad pasando por completo del concierto y mirando a sus relojes con los nervios a flor de piel por lo que todavía quedaba de espera.

Dio, el cantante del rock duro por excelencia, ofreció un espectáculo centrado en su obra en solitario, que se apoyó algo en sus años en Rainbow pero que esquivó, tristemente, su etapa en Black Sabbath. Pese a lo corto de su concierto, el puñado de clásicos sonó a gloria.

Descolocados en el cartel, seguro que hubiesen funcionado mejor el primer día, Blind Guardian actuó ante sus fieles, pocos, comparados con la marabunta que esperaba en el otro escenario a que empezase Kiss.

Bien entrada la medianoche Kiss saltaban al escenario. Sin Peter Criss ni Ace Freeley pero con Gene Simmons y Paul Stanley. Con dos esbirros disfrazados de Criss y Freeley pero con toda la imaginería de cómic totalmente intacta. La noche apuntaba a historia, a deuda saldada con el rock n´roll. Y no fue para menos.

Tras «Deuce» y «Strutter» Stanley se disculpó por no saber euskara y regaló una estúpida frase en un perfecto castellano que ayudó a que el público, si no lo había hecho ya, se entregase por completo. La lluvia de clásicos grabados con fuego en la memoria colectiva siguió adelante con «Hotter than hell», «Nothing to lose», «Camon and love me», «Parasite» o «She».

Por medio de tanto clásico, solos de batería elevados por los aires, plataformas a quince metros del escenario, fuegos artificiales..... la parafernalia clásica de la banda más caliente del planeta.

Tras «Cold gin» y una broma sobre conducir bajo los efectos del alcohol, Stanley repitió varias veces que Kiss volverían a visitar Bilbao dentro de un año. «Black diamond» y «Rock n' roll all nite» apuntaló el fin de fiesta antes de los bises. La traca final cae con «Shout it out loud», «Lick it up», «I Love it loud» y «I was made for loving you». Más parafernalia con Paul Stanley desplazándose con una tirolina hasta la torre central de sonido para cantar «Love gun». Vuelta al escenario y el fin de fiesta soñado: «Detroit rock city». Poco importaba ya lo que pudiesen ofrecer Saxon como segundos espadas del heavy metal inglés, Kiss habían puesto el punto de mira en Bilbo y habían dado en el blanco.

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