«Dios», de Woody Allen, y «La sorpresa del roscón», de Elvira Lindo, abren hoy la temporada estival del Teatro Gayarre
GARA | IRUÑEA
El programa estival del Gayarre se pone en marcha hoy, a las 20.00 horas, con la reposición en una misma sesión de dos obras: «La sorpresa del roscón», de Elvira Lindo, y «Dios», de Woody Allen. En total, hora y media de teatro, de la que se podrá disfrutar también mañana y pasado a la misma hora.
Según recordó ayer el director de ambas obras, Miguel Munárriz, la reposición se hace a petición del público, que valoró positivamente su inclusión en la minimaratón que tuvo lugar el 27 de marzo con motivo del Día del Teatro, a pesar de que era «una apuesta arriesgada», por ser trabajos «divergentes».
«La sorpresa del roscón» es la historia de una monja, misionera en Guinea, que abandona los hábitos tras enamorarse de un cámara de televisión.
Lindo habla de «la incapacidad del ser humano para encontrar un objetivo correcto para su gran amor». Lo hace en un tono «tremendamente divertido», con un humor «casi macabro» y un «suave» toque feminista.
Pero, para Munárriz, una de las principales claves del éxito de la obra es la interpretación de Marta Juániz y el «maravilloso» repertorio de voces y personajes que, «con tremenda agilidad», es capaz de representar.
En cuanto a «Dios», Munárriz destacó que es una obra «complicada», con un reparto constituido por diez actores cada uno de los cuales interpreta a dos o incluso tres personajes.
Todos los Woody Allen a la vez
«Es como ver al propio Woody Allen pero en directo, es su estilo, son sus palabras, sus gags», subrayó el director.
«La maravilla» de la obra, en opinión de Munárriz, es que Allen utiliza el teatro dentro del teatro para contar, a través de «una especie de farsa», la problemática de la existencia de Dios. «Consigue hacer una enorme comedia, divertidísima, y con momentos estelares».
Uno de los actores de este montaje es Pablo Salaberri, para quien la obra es como «el caos elevado al cubo». En ese caos hay «unos dieciséis alter egos de Woody Allen, es decir, a cada uno le asigna una función en la que él mismo se refleja».
Salaberri se consideró afortunado por poder interpretar al alter ego «pusilánime y cobarde» de Woody Allen, ya que es «algo así como el antihéroe que a él siempre le ha gustado ser».