Más de cuatro décadas sin tocar pelo en el deporte rey es mucho tiempo para un estado en el que siguen muy presentes los genes de su antiguo imperio, manifestados expresamente durante el transcurso de una competición de tanta trascendencia como la Eurocopa. No es de extrañar, por ello, que las ínfulas conquistadoras se hayan disparado hasta el extremo después de que la selección española haya superado la ya tradicional «maldición» de los cuartos.

La coyuntura se presenta ahora más favorable que nunca -la misma canción mediática de todos los años-, bajo el argumento de que el nivel exhibido por los de Luis Aragonés incita a pensar en el título, sin acordarse de que dos de los partidos de la primera fase se ganaron en los últimos minutos y que el pase por penaltis ante Italia fue posible gracias a la inspiración de un jugador, Iker Casillas.

La euforia que se ha disparado -políticos, cantantes y demás personajes de opereta opinan con entusiasmo que «la roja» ganará sobrada en semifinales- se ha visto acrecentada por el hecho de que el trámite previo tenga que formalizarse ante Rusia, un combinado al que ya se «humilló», aseguran en la canallesca, con goleada (4-1) en el encuentro en el que se estrenaron ambas selecciones en el presente torneo.

Pero, hete aquí que ha surgido un nombre que puede hacer tambalearse todo el castillo de naipes que más de uno se ha construido de aquí al próximo domingo: Andrei Arshavin. A la conocida como perla rubia de San Petesburgo le ha bastado con disputar dos partidos -uno magnífico ante Holanda- para convertirse en el corsario dispuesto a hundir a la armada española.

El insultante desparpajo que ha desplegado Shava, como le conocen los amigos íntimos, es como para echarse a temblar. Con su concurso, el rendimiento del resto del bloque ruso se ve enormemente incrementado y deja la terrible impresión para el contrario de que en cualquier momento se puede fabricar una acción desequilibrante.

Mejor jugador de su país en 2005 y 2006, campeón de Liga y de UEFA con el Zenit el año pasado, Arshavin cree que ha llegado el momento de dar el salto a otro campeonato regular de mayor prestigio. Y bien podría labrarse un futuro próximo en el torneo español si está ante los de Aragonés al mismo nivel que ha mostrado hasta ahora.

No sería descabellado que pudiéramos verlo por estos lares si se cumplen sus deseos desde pequeñito. «He sido seguidor del Barcelona toda mi vida y para mí sería un sueño jugar ahí. Quiero hacerlo con los mejores jugadores del mundo y creo que ha llegado mi momento», reconocía recientemente en una entrevista el jugador con cara de niño y flequillo rubio sobre la frente.

Atención especial

De momento, sus maneras no han dejado indiferentes al cuerpo técnico hispano, quien ya ha previsto vigilancia especial ante sus maniobras para no quedarse sólo con el molde. No será fácil parar la combinación de habilidad y velocidad que des- pliega sobre el césped, pero en buena medida de ello dependerán las opciones de que España vuelva a repetir otra final como la de París hace 24 años.

El sabio de Hortaleza mantendrá intacto el grupo que más lejos ha llegado en los últimos tiempos, pese a que el desgaste físico de tanto minuto acumulado en tan poco margen de tiempo podía aventurar posibles cambios en la medular, en especial la entrada de Xabi Alonso, el único vasco en la Eurocopa. Pero todo hace pensar que Aragonés seguirá confiando en Senna y Xavi para gobernar la goleta española hacia buen puerto.

Precisamente, si algo tiene Rusia es condición física. Es vox populi que se trata del combinado que mejor forma tiene en estos momentos y el único obstáculo por el que se puede resen- tir para seguir firmando un fútbol que ha enamorado al viejo continente son las bajas por sanción de dos titulares habituales, Denis Kolodin en el centro de la defensa y Dmitri Torbinski, autor del segundo gol ante Holanda, en la media. El «podemos» podría caer esta vez del lado ruso.