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Begoña Castillo, Itziar Lizarralde (*) Hermanas de Mikel Castillo y Jon Lizarralde respectivamente

Sobre la militancia de ayer y de hoy

La represión se ha cebado sobre los abertzales a semejanza -con la salvedad del contexto y el grado de intensidad- de lo sucedido con los defensores republicanos

Los partidos españoles están intentando un cierre temporal de las responsabilidades contraídas por el Estado con respecto a las víctimas de su violencia histórica. Estas responsabilidades abarcarían la guerra civil y la represión franquista y se extenderían también al periodo 1976-1978, época de la reforma política. Quedarían, sin embargo, excluidos de esta atención los «terroristas» -aunque los hechos hubiesen ocurrido antes de 1978- y ciertos episodios como los de Gasteiz (3 de marzo) e Iruñea (Germán Rodríguez), entre otros. Se pretende así efectuar un corte entre el largo intervalo de tiempo citado y el periodo de la denominada «democracia», en la cual la violencia estatal se considera legítima. En este segundo periodo sólo son consideradas víctimas las resultantes de las acciones de los «terroristas» y las de algún afectado por la violencia del GAL o grupos similares.

Creemos que es tarea de gran importancia sentar criterios que permitan dar cuenta de los nexos de unión entre los militantes republicanos y antifascistas de ayer y los militantes abertzales de hoy. No sólo en lo que concierne a los efectos comunes de la violencia estatal, sino principalmente a los de la militancia histórica, buscando los puntos en común entre los proyectos liberadores de ambas experiencias.

Para ello es necesario partir de una concepción de la República no exclusivamente como forma o régimen del Estado democrático parlamentario, cuya naturaleza política despertaba recelos y originaba fuertes controversias entre las organizaciones revolucionarias de entonces. Nos referimos a la República en su sentido más amplio, mas allá de una simple visión estatal, como espacio político-social en el que el pueblo es protagonista de su devenir histórico. Haciendo hincapié en los intentos de poner en funcionamiento ámbitos de democracia de carácter participativo que plantean el protagonismo del pueblo en la gestión de sus condiciones de existencia. Espacio político en el que se invocan, promueven y se ponen en práctica experiencias liberadoras que buscan la igualdad política de los ciudadanos y la justicia social.

Es precisamente el recuerdo de esa voluntad transformadora y de esas experiencias lo que ha mantenido vivo en el tiempo el espíritu republicano. Y ha hecho históricamente de la República el hogar común de todas aquellas personas que abogan por una nueva sociedad, sea cual sea su adscripción política o ideológica. En este sentido, república significa libertad, libertad del pueblo, ese lugar político donde todos los proyectos puedan ser defendidos.

Por esa razón, los fascistas que se rebelaron contra la República no pretendían sólo sustituir una organización estatal por otra, sino que pretendían acabar definitivamente con ese espacio de referencia político de carácter popular para que no pudiera volver a surgir nunca más. Y es la identificación con esos valores, ideas y compromisos por lo que tanta gente en Euskal Herria se reivindica republicana.

Después de que hemos caracterizado así a la República es fácil mostrar dónde reside para nosotros ese nexo de unión del que hemos hablado anteriormente. El movimiento abertzale, la Euskal-Herria popular, ha sido también capaz de crear un espacio propio, singular, donde proliferan enunciados, sensibilidades, pensamientos y actos de contenido emancipador y popular.

Análogamente al caso de la República, con el término Euskal Herria no sólo queremos referirnos a su ámbito territorial o a su institucionalización presente o futura, es decir, a su organización político-jurídica en un momento dado. Euskal Herria la entendemos como un espacio político-social acogedor de un enorme caudal de experiencias y movimientos populares implicados en un proceso de construcción nacional de carácter liberador y emancipador. Y ha sido precisamente la izquierda abertzale en los últimos cincuenta años la principal impulsora de ese espacio político, democrático, popular y participativo a través del cual el pueblo vasco ha ido creando y asentando una rica y variada realidad nacional propia. Actuando primero en el marco franquista y después en el estado monárquico parlamentario. Por ese motivo, la represión se ha cebado sobre los abertzales y existe un intento de acabar con sus organizaciones políticas y sociales y con el propio movimiento popular a semejanza -con la salvedad del contexto y el grado de intensidad- de lo sucedido con los defensores republicanos.

De ahí que observemos un engarce entre los militantes de antes y los de ahora y entre las ideas, principios y experiencias de la época republicana y las de la situación en Euskal Herria. Aunque lo sucedido en la República contenga un fuerte componente de lucha de clase proletaria y en la Euskal Herria actual el enfrentamiento adquiera un perfil nítido de lucha de liberación nacional. De cualquier forma, en la historia de nuestra nación hay que recordar que lo nacional y social han estado siempre estrechamente imbricados.

(*) También firman el artículo Asun Alonso, compañera de Kepa Crespo Galende; María Jesús Salegi, madre de José Zabala Basajaun, y Errose Erezuma, hermana de Jon Erezuma

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