Chouraqui lleva al cine el origen del conflicto árabe-israelí
«Oh Jerusalén»
La celebración del sesenta aniversario de la creación del Estado de Israel ha posibilitado el estreno de «Oh, Jerusalén», terminada de rodar hace ya tres años. A la larga espera de Dominique Lapierre por ver adaptada al cine su novela de 1971 se ha sumado, una vez fallecido su colaborador Larry Collins, un retraso inexplicable en este tipo de coproducción.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
El escritor Dominique Lapierre ha manifestado que siempre quiso que su novela «Oh, Jerusalén» fuera llevada al cine, algo que le ha costado treinta y cinco años conseguirlo de una vez por todas. Su candidato preferido era Costa-Gavras, quien nunca lo vio claro, debido a que el libro necesitaba un adaptador que mantuviera la equidistancia entre las dos partes del conflicto, y no se sentía capaz porque habría terminado dando la razón a los palestinos.
Otro tanto le sucedió al norteamericano William Friedkin, motivado por las muchas escenas de acción y el entramado bélico, aunque reticente en cuanto al contencioso político de fondo. Han sido tantos los cineastas que han pasado por el proyecto que, al final, se ha optado por una solución práctica. Elie Chouraqui es de origen judío y se avenía a ser fiel al texto, respetando el rigor histórico que caracterizó el estilo periodístico de las obras en que Dominique Lapierre colaboró con Larry Collins.
Lo que Elie Chouraqui ha hecho es condensar el extenso contenido literario al máximo, dejándolo en una película de poco más de dos horas de duración. Para ello, ha seguido un estricto orden cronológico de los hechos, si bien dicho contexto histórico sirve de detonante a la trayectoria personal de los dos protagonistas, representantes de ambos bandos.
Al realizador de «Las flores de Harrison», al igual que pasaba en aquella película con los amores contrariados por la guerra, le interesa más el devenir de estos dos amigos que, por ser el uno árabe y el otro judío, se ven distanciados y enfrentados muy a su pesar. Esta tendencia a lo melodramático es del todo natural en el cine de Elie Chouraqui, que aprendió el oficio bajo la tutela de Claude Lelouch. Fue asistente de dirección suyo en siete películas, hasta que en 1978 debutó con «Mon premier amour», compartiendo con el maestro a su musa predilecta, la elegantísima actriz Anouk Aimée. Volvió a contar con ella en «Une page d'amour», adaptación televisiva de una novela de Émile Zola.
Esta primera etapa dedicada a tan bella presencia se cierra con «¿Por qué corre David?», donde el realizador se plantea su identidad judía. Luego, tuvo un gran éxito comercial en el mercado francófono con «Palabras y música», sobre una pareja de compositores de canciones. Fue un claro anticipo del suceso internacional obtenido con «Bala blindada», un thriller de acción rodado en inglés con producción de Arnon Milchan y Sergio Donati, valedores del director Sergio Leone.
Recientemente, Tony Scott hizo el remake norteamericano, bajo el título de «El fuego de la venganza». La apertura al exterior le animó a rodar en los EE.UU. la película de carretera «Miss Missouri», que no alcanzó la repercusión esperada. De vuelta al cine francés quiso recuperar la fórmula Lelouch, homenajeando a su querida Anouk Aimée dentro de un lujoso reparto coral, en «Las marmotas», comedia acerca de una reunión familiar navideña en una casa de los Alpes. Las cosas parecían irle bien de nuevo, cuando su película «Les menteurs», con el cine dentro del cine como tema recurrente, fue seleccionada por el Festival de Cannes. La llegada de François Mitterrand al poder impuso un cambio de política cultural, siendo retirada de la Sección Oficial con la consiguiente polémica. Una vez más, superado el mal trago, le tocaba mirar hacia el exterior y así surgió en el 2000 la coproducción «Las flores de Harrison», con rostros de Hollywood y premio en el Zinemaldia donostiarra, el del Jurado a la Mejor Fotografía (Nicola Pecorini).
El conflicto de los Balcanes era sometido a una visión entre periodística y sentimental, combinación que le iba a convertir en el elegido para dirigir «Oh, Jerusalén». Lo que más sorprendió al conocerse el reparto de «Oh, Jerusalén» fue que rompía con su tradición lelouchiana de reunir muchos nombres famosos en un mismo cartel, por lo que la decisión de contar con intérpretes pocos conocidos tenía de excepcional.
Diferencias con «Éxodo»
Es posible que Chouraqui intentara con tan arriesgada medida evitar las comparaciones con «Éxodo», el clásico de Otto Preminger en formato de superproducción multiestelar con Paul Newman al frente. Pero, de cualquier forma, sabido es que el guión de Dalton Trumbo partía de la novela de Leon Uris, que hacía una lectura claramente sionista de la fundación del estado de Israel en 1948.
Las diferencias, por tanto, son obvias, así que cabe pensar que la versión cinematográfica de «Oh, Jerusalén» haya sufrido limitaciones presupuestarias a la hora de contratar figuras cotizadas de la pantalla, salvo por el inglés Ian Holm, dado su extraordinario parecido con el primer ministro israelí David Ben-Gurion.
En la falta de estrellas habrá que buscar las causas del retraso en el estreno de esta realización, cuyo rodaje concluyó hace tres años, coincidiendo con el fallecimiento del escritor Larry Collins. El tardío estreno se vuelve oportuno gracias a la celebración este año del sesenta aniversario de la fundación del Estado israelí.
Prescindiendo de la parte ficcional y el argumento de los amigos separados por la guerra, es la figura real de David Ben-Gurion la que adquiere el mayor protagonismo histórico en la historia. En efecto, el primer ministro israelí resultó clave en el devenir de los acontecimientos. Durante la Segunda Guerra Mundial ya comenzó su particular ocupación del territorio árabe, burlando el bloqueo inglés a la inmigración. La llegada de colonos judíos procedentes de todo el mundo fue masiva, a la vez que armaba con la ayuda del capital judío occidental un ejército nacional. La ONU acordó la repartición de Palestina sin el consentimiento de los palestinos, pero la llamada Guerra de Independencia contra los países árabes de la zona sirvió para anexionar todavía más tierras, dejando únicamente al enemigo Cisjordania y la Franja de Gaza, con el consiguiente agravio nunca reparado.
Los dos cotizados autores de best-sellers se conocieron en 1954, cuando el norteamericano Larry Collins cumplía el servicio militar en París. A continuación se inició en el periodismo, ejerciendo la corresponsalía europea de distintos medios escritos de su país. En 1964 ambos decidieron pedir una excedencia laboral para escribir «¿Arde París?», todo un clásico sobre la ocupación nazi llevado a la pantalla por René Clément. Collins tuvo que renunciar a los destinos internacionales que le ofrecían como corresponsal, prefiriendo concentrarse en la preparación de «O llevarás luto por mi», crónica de la Guerra de 36 y sus consecuencias a partir de la figura emblemática del torero Manuel Benítez El Cordobés. Tras el enorme éxito de «Oh, Jerusalén» viajaron a la India, y fruto de esa experiencia nació «Esta noche la libertad». Lapierre decidió dar por terminada la colaboración con «El quinto jinete» en 1980, continuando en solitario su aproximación a la madre Teresa de Calculta en «La ciudad de la alegría». Collins fallecía en el 2005 sin llegar a ver terminada la película de Chouraqui.
«Aquí nos encontramos con dos pueblos que creen que han recibido esta tierra de manos de Dios. Estamos en una dimensión histórico-religiosa. Esta dimensión divina lo complica todo sobremanera y quizá hace que sea imposible resolver este conflicto», explica Dominque Lapierre.
Título original: «O Jérusalem».
Dirección: Elie Chouraqui.
Guión: Elie Chouraqui y Didier Lepêcheur, sobre la novela de D. Lapierre y Larry Collins.
Fotografía: Giovanni Fiore Coltellacci.
Música: Stephen Endelman.
Intérpretes: Saïd Taghmaoui, J.J. Feild, Maria Papas, Patrick Bruel, Ian Holm, Tovah Feldshu, Elie Chouraqus.
País: Coproducción, 2006.
Duración: 128 minutos.