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Los condenados, redimidos de los barrotes por el amor libre

«Aliento»

«Aliento» llega oportunamente como preparación para la siguiente realización del coreano Kim Ki-duk, que será presentada en el Zinemaldia donostiarra. El propio cineasta se reserva el papel del guardián que vigila los encuentros de los amantes en la sala de visitas de la prisión, desdoblándose delante y detrás de la cámara como el supervisor de una escenificación de la pasión incontrolada que traspasa los muros físicos y mentales.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

El coreano Kim Ki-duk es un cineasta que necesita de los festivales internacionales para dar a conocer sus películas, ya que en su país no son tan apreciadas como en el exterior.

En Donostia le fue entregado el premio Fipresci por «Hierro-3», y ahora volverá en la próxima edición del Zinemaldia para competir por la Concha de Oro con su nueva realización «Bi Mong» (Dream).

Su estilo poético parte de los elementos naturales, siendo el agua el principal hasta la fecha. Desde que se diera a conocer entre el público occidental con «La isla», ha destacado por sus escenografías acuáticas, sobre todo en la reciente «El arco», que se desarrollaba por entero a bordo de una embarcación. En cambio, en «Aliento» comienza a experimentar con el aire, un elemento mucho más intangible pero esencial para la vida.

Cineasta de lo visual

Kim Ki-duk habla en sentido simbólico de lo que respiramos y de lo que expulsamos, como si entre la inhalación y la exhalación ese aire se transformara en nuestro interior. Si entra el odio, sale el amor. Si entran los celos, sale la compasión.

Kim Ki-duk es un cineasta de lo visual, que antepone siempre el poder de la imagen al de la palabra. Narrativamente, le gusta dar a sus historias un desarrollo cíclico, aplicado de forma magistral en la película «Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera».

En «Aliento» vuelve a retomar la fórmula, dado que el protagonista es un hombre privado de libertad que necesita de una referencia estacional para seguir sintiéndose vivo y percibir el transcurso del tiempo, tal como se produce en la naturaleza, fuera de los muros carcelarios.

El protagonista en cuestión ha sido condenado a muerte y espera su sentencia en el corredor de la muerte, recibiendo las visitas de una desconocida que comienza a intimar con él y a compartir un apasionado romance. Ella decora la sala de visitas con motivos relacionados con cada estación del año, en una suerte de evasión onírica que alcanza su estallido de color con la llegada de la representación primaveral.

El perdón

Lo que, en definitiva, Kim Ki-duk quiere plasmar es que también existen otro tipo de cárceles con barrotes que no se ven, porque la visitante se identifica con el preso en su falta de libertad. Está casada y necesita liberarse de un relación cerrada de pareja, dentro de la cual soporta su propia condena.

Su nuevo encuentro amoroso en presidio es descubierto por el marido, que reacciona contra los amantes movido por los celos. Pero la situación es imparable, más aún a medida que el día de la ejecución se acerca y el amor entre la mujer y el reo se hace inmortal. Un punto en el que asoma esa componente religiosa o espiritual característica del cine de Kim Ki-duk, y que en su anterior «Samaritan Girl» era expresada de una forma tan personal.

El perdón emerge como la única vía para redimir o aliviar la pena, para poder volver a respirar aire puro sin la terrible sensación de ahogo o asfixia existencial.

Estreno

T.O.: «Soom».

Dirección y guión: Kim Ki-duk.

Producción: Kim Ki-duk.

Música: Kim Myung-jong.

Int.: Chang Chen, Zia, Ha Jung-woo, Kim Ki-duk, Kang In-hyung, Lee Joo-seok.

País: Corea del Sur, 2007.

Duración: 84 minutos.

Género: Drama pasional.

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