L a vuelta del mexicano Paul Leduc al cine, tras largos años en los que ha permanecido ausente, no ha podido resultar más polémica y controvertida. «Cobrador. In God We Trust» es un experimento que detecta los males de la globalización desde la perspectiva ideológica del viejo militante que, en el fondo, todavía cree en una revolución para Latinoamérica. No obstante, es una obra compleja y de difícil asimilación, ideal para ser vista y revista en DVD, porque necesita de más de un pase. Su montaje es confuso, con tres historias que se entrecruzan, pero con la dificultad añadida de que no lo hacen en un plano real, sino dentro de un nivel cargado de simbolismo. Los sueños de uno de los protagonistas, el que se revela contra su condición de negro oprimido, parecen una proyección de los pensamientos del propio Leduc. Los insertos documentales contribuyen a una atmósfera de pesadilla, con las imágenes de televisión de los atentados del 11-S, así como la constante presencia por todos los lados de cámaras de vigilancia que confirman la teoría del Gran Hermano. Los cambios de localización son constantes, pasando de Nueva York a las minas brasileñas de Belo Horizonte, o de México D.F. a Buenos Aires. A ello hay que sumar el caos idiomático, con los personajes expresándose en inglés, castellano o portugués.

A tenor de su tenso y violento recorrido globalizador, no han faltado las comparaciones de la película de Leduc con «Babel», si bien su compatriota Alejandro González Iñárritu empleó un tono más cosmopolita y civilizado. «Cobrador. In God We Trust» contiene también imágenes visualmente potentes, pero su ritmo es decididamente perturbador y agresivo. El empresario encarnado por el veterano Peter Fonda es un auténtico psicópata, un enfermo que venga su impotencia sexual asesinando mujeres con su todoterreno. En el bando opuesto, el brasileño Lázaro Ramos, revelado por «Madame Satâ», sigue con su exhibición transformista y pasa de minero a activista armado.