La primera estatal retransmitió la gala de entrega de los premios de la ATV, es decir de la Academia de Televisión. Desde hacía varios años estaba en litigios y no participaba activamente en este supuesto encuentro de los profesionales de la televisión, pero ha llegado la concordia y añade un nuevo fiasco a su ya larga retahíla de fracasos y galas anodinas y fuera de época. La gala, para que se entienda las aviesas intenciones, estaba presentada por Carlos Sobera, que es el supuestamente gran fichaje de la cadena estatal y que debe acumular bastantes malas sensaciones, porque tenía que tener ya en emisión un programa que los propios programadores rechazaron porque no daba el nivel, y se debe considerar que el nivel de TVE en cuanto programas de entretenimiento no es precisamente muy elevado.

La gala, como siempre, muy mala, y de los premiados, depende de cómo están mis biorritmos me parecen bien, o me parecen aberrantes. Digo yo, que los premiados, normalmente, me parecen correctos, pero siempre queda ese regusto extraño al ver a los que no han sido premiados y una vez concluida esta recopilación de sensaciones personales se pone en marcha el intento de reflexionar sobre las motivaciones que les han llevado a los votantes, es decir a los miembros y «miembras» de esa Academia para determinarse por unos y no por otros. Y es entonces cuando se cumplen todos los datos para la sospecha y para entender que existen los maleficios.

En la información de todas las cadenas participantes solamente se informa de los premios conseguidos por sus programas. No se trata de un reconocimiento profesional entre pares, sino un instrumento de propaganda. La cadena que emite la gala, y se hace más o menos, de forma rotativa, siempre parece tener un plus de premios. La confraternidad existente en la gala, no se lleva después a los despachos, ni se comunica de manera sensata a los telespectadores. También se cumple otro maleficio: a los telespectadores les interesa más bien poco este tipo de gala y a Sofres me remito. Y es que parecen repeticiones de años anteriores. Irremediablemente gana Matías Prats y suelta el mismo discurso.