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Jóvenes torturadores

«Funny Games»

Michael Haneke ha rodado en inglés la misma película que diez años antes rodó en alemán, en un autoplagio recibido por la crítica con total desidia y sin caer en una provocación tan obvia como burda.

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M. INSAUSTI | DONOSTIA

Michael Haneke siempre está donde quiere estar, que es justo en el centro del huracán. Con el remake norteamericano de su película europea realizada diez años antes ha provocado incluso a sus propios seguidores, los cuales empiezan a sentirse desconcertados. Si no tienen mala memoria recordarán que en su día presentó el film original como una respuesta a la violencia alienante de Hollywood, en la que cae ahora voluntariamente, al permitir la distribución en el mercado anglosajón dentro de la moda de adocenados productos de terror sádico en la línea de «Saw» y similares.

La acogida crítica ha sido muy mala, tanto como lo fue con anterioridad la dispensada a «Psycho», la versión en color que Gus Van Sant hizo del clásico de Hitchcock «Psicosis», rehaciéndolo plano por plano.

En el caso de Haneke, como se copia a sí mismo, hay incluso quien le perdona semejante ejercicio de vanidad, totalmente inútil y vacío de contenido. Lo peor de todo es que el tiempo transcurrido pone todavía más de manifiesto la falta de originalidad de «Funny Games», una somera ilustración del nihilismo decadente que ya anunció el genial Stanley Kubrick en un título hoy de culto como «La naranja mecánica».

La pareja de torturadores pertenece a la aburrida clase burguesa, lo mismo que la familia que convierte en víctima de sus juegos de dominación.

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