Venden espectáculo, proscriben la fiesta
En Iruñea resbalan ya las horas. El chupinazo dominical pondrá fin a un año de impaciencia e incendiará una de las citas mágicas en el calendario festivo en Euskal Herria: los sanfermines. Pero como viene ocurriendo desde hace muchos años, la polémica acompaña a los compases previos a la fiesta. Ayer, el Consistorio debatía en Pleno la negativa del Gobierno de Barcina a permitir que los colectivos populares dispongan del Parque de La Taconera para desarrollar actividades organizadas por y para el pueblo. Aunque los votos daban el triunfo a la moción defendida por Gora Iruñea, queda ahora por saber hasta dónde llevará la alcaldesa su presión sobre el movimiento popular.
Este capítulo no es ni aislado ni tampoco consustancial a la fiesta navarra, sino un síntoma más de la crisis generalizada a la que se enfrenta en Euskal Herria el modelo de fiestas populares desde hace, al menos, una década. Este modelo nació como expresión espontánea de respuesta a la represión integral del periodo franquista, se desarrolló de forma exponencial en los primeros años del recién estrenado escenario sociopolítico y encara ahora momentos muy difíciles, con honrosas pero cada vez más contadas excepciones.
Las instituciones, especialmente los ayuntamientos de corte conservador, han llevado a cabo un ministerio decisivo en este panorama. Su papel, que comenzó siendo testimonial, dio un salto cualitativo al asumir la financiación de los festejos a través de las subvenciones y, posteriormente, se han ido desprendiendo de todo complejo en su afán de controlar todos y cada uno de los resortes de la fiesta. Siempre con el objetivo último de eliminar aquello que no encaja en su particular diseño. Y ese diseño a menudo deslumbra con los focos de las grandes estrellas, fascina con el brillo de los desmesurados presupuestos y consigue desenfocar el verdadero espíritu de la fiesta. Venden espectáculo mediático, ordenado, manso. Proscriben la participación espontánea, genuina, incontrolable. Porque esa participación, por democrática, casi nunca les conviene.