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Raimundo Fitero

Para empezar

Hermanos en sanfermines, para empezar, lo de casi siempre. La ikurriña, o como ahora llaman los de la caverna españolista: la bandera del país vasco, invisibilizada en la balconada, en uno de esos actos que empiezan a ser más que un síntoma. Lo realmente impresentable es que todo se hace con la complicidad de quienes deberían, al menos, sentirse identificados con la ikurriña sin ningún tipo de duda. Para que me entiendan, he visto el chupinazo por la emisión de la televisión española, por su primer canal. Y si bien lo que retratan, lo que sucede frente a sus cámaras, es algo sobre lo que no tienen ninguna responsabilidad, sí de su parte técnica, de la selección de las cámaras, los enfoques y muy especialmente de la locución. Y, la verdad, hacía tiempo que no sentía tanta vergüenza ajena.

La retransmisión del txupinazo lo han hecho dentro del programa contenedor de los fines de semana denominado «El día por delante» que presenta Inés Ballester con una inseguridad inusual en una persona con larga experiencia. Reconozcámoslo: las fiestas, y en especial las fiestas de gran repercusión mediática como es el caso de los sanfermines, son un cúmulo de tópicos, leyendas, retóricas y lugares comunes a los que es muy difícil escapar en una narración de hechos absolutamente previsibles, conocidos y reconocidos, y en los que solamente pueden haber algunas incidencias, como la de la ikurriña, que, en este caso, parecían claras las consignas de mostrar en la medida de lo posible la versión oficial. Es decir, tapar lo que no les gusta a sus señoritos. Y eso lo hacen divinamente.

Pero salvando esta cuestiones, lo más lamentable fue el tratamiento general a los sanfermines, mostrando la mayoría del equipo un desconocimiento supino y llegando al máximo de lo irreal, al presentar unos consejos para el vestuario de una joven, que era absolutamente clasista y fuera de toda circunstancia normal. Todo de marca, con combinaciones absurdas, y con un coste de mil quinientos euros para los nueve días, solamente en ropa. Vaya, la media pamplonesa (¡ya vale con lo pamplonica!). Un delirio. Hoy empieza la verdad de la verdad y esperemos encontrar otro tono.

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