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Se cierra un Bilbao Live marcado por la metereología y la pasión popular

Tras el bombeo de agua del día anterior, todo podía pasar en Kobetas: desde la suspensión hasta la normal continuidad. Finalmente, el tiempo permitió que la fiesta continuara, aunque en blanco y negro, y que un año más se cerraran tres días de pasión y encuentros con el pasado.

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Pablo CABEZA y Anartz BILBAO

Por cifras, los ganadores de esta edición del Bilbao BBK Live han sido Police, con esos 35.000 seguidores. No obstante, por carga musical y popular el premio se lo debieran de llevar R.E.M., musicalmente más sólidos, variados y competentes que el trío Police, a quienes el tiempo les ha dejado, posiblemente, en el lugar que les corresponde: lejos de las grandes bandas creativas. Es como en el cine: hay películas buenas que treinta años después continúan siéndolo y otras que, pareciéndonos sublimes ayer, vistas de nuevo se caen, no aguantan el paso del tiempo. A Police les ha pasado esto último, mientras que R.E.M. mantienen su clase universal y atemporal. No obstante, en esta sociedad cada vez más festiva, resulta normal que Police levanten más ardores, pues, en resumen, lo que la mayoría busca en este tipo de concentraciones es tatarear estribillos, mover el cuerpo y sacarle chispa a la vida. Bajo este supuesto, los seis hits del trío británico resultaron trivialmente imbatibles.

El viernes el sol nos convirtió en hormigas buscando no sé qué. Pero el sol es vida y posibilidades, así que todo el mundo feliz y entusiasmado. En Kobetamendi la niebla suele llegar por el sur; sin embargo, el sábado cayó de golpe y en vertical. Desde las ocho de la tarde el color se transformó en un cansino y pertinaz gris. El festival cambió de aspecto, mutó de los cuerpos aireados del día anterior a los impermeables y los paraguas. Allí cada uno se las apañó como pudo: cubriéndose con plásticos de publicidad arrancados de las vallas, sombrillas tomadas al asalto o, incluso, desprendiéndose de las prendas de arriba. Esto es el norte, y la lluvia puede aparecer en verano, y lo hizo. La tarde-noche del sábado fue infernal, por lo que reunir a más de 25.000 personas tiene un gran mérito. Una pareja llegada desde Canarias estaba encantada de conocer el «chirimiri» (sic); nos decían que ya se secarían en su pueblo. Y es que, en parte, todo lo que es inusual tiene su encanto: escuchar tus canciones favoritas bajo un fino rociado, mezcla de lluvia y niebla, ofrece una perspectiva innovadora a los recuerdos o nuevos puntos de vista a cada acorde. Con todo, la historia cambia cuando van cinco horas de agua, barro y catorce grados; cuando ya no eres persona, sino una lechuga de campo.

Con buen tiempo Kobetas es fabuloso. Por el lugar, el espacio, el aire, la cervecera colindante, las vistas, parece insuperable. Cada año las infraestructuras se han ido mejorando, pero una tarea pendiente es la carretera de acceso, demasiado tiempo abandonada. Las quejas también llegan a los precios del interior del recinto, pero el rock o el pop dejó de ser un sueño para convertirse en crudo negocio, desde los organizadores, patrocinadores y músicos, sí, los que más beneficios obtienen del dinero de sus fans. También parece claro que las mayorías se mueven por el nombre de uno o dos artistas y que los complementos musicales sólo sirven para el prestigio del propio festival y la alegría de un puñado de buenos aficionados.

Respecto a la tercera y última jornada, todos los conciertos se celebraron en el escenario 2. El «chapapote barrero» se salvó cubriendo la campa con paja. Y paja fue la que ofrecieron The Blues Brothers Band, pura verbena soul que artísticamente no ofreció absolutamente nada. Con Riders on the Storm -en escena con hora y media de retraso, y sin entrar en polémicas sobre lo honesto de utilizar el repertorio de los Doors-, Robby Krieger, de aspecto muy mayor, demostró que para ser un buen guitarrista no hace falta ser el más rápido, sino tener buen gusto, recursos y clase, y él la tuvo. Soberbio. El nuevo vocal posee un tono grave, similar a la de Jim Morrison. Cumplió. A los esperados ZZ Top la hora les llegó la hora a las 21.45 h. Nervios en las primeras filas, griterío y un escenario cercano a lo sublime: limpio, cromados, micrófonos metálicos..., no en vano el concierto se está grabando para un futuro cedé y dvd en directo. Al frente los dos barbudos, Dusty Hill y Billy Gibbons, todo de negro y llenos de colgajos para delirio del numeroso público motero. El set personal se completa con guitarras blancas, con ribetes y metales dorados, un juego de luces de extremo gusto y sus eternas barbas. La voz de Gibbons ha caído en picado, pero sus dedos conocen el blues-rock como pocos guitarristas. Escucharle ha sido un privilegio marcado en la piel. A la espera de Tequila y Madness, dejamos a unos 8.000 entusiastas bajo un cielo turbio, pero seco. Rock and roll y hasta el próximo año.

Volviendo a la noche del sábado, el principal interés de las 28.121 almas empapadas radicaba en la tripleta final, con tres bandas de renombre internacional como Lenny Kravitz, R.E.M. y The Prodigy reservándose para el anochecer. Con un Kobetas anegado bajo la implacable lluvia y un público de barro hasta las rodillas y expectante, Lenny Kravitz saltó a escena a las 21.30 h. y trató de solidarizarse con quienes aguardaban estóicamente bajo la lluvia; eso sí, lo hizo ataviado con un largo abrigo de cuero oscuro y perpechado para el «frío invierno» con un gorro con orejeras, hasta el punto de resultar irreconocible, si no fuera por la calidez inconfundible de su voz. Con un sonido excelente y dominando los tiempos de la actuación, el multiinstrumentista emanó carisma y trató de dar calidez al anochecer, siendo uno de los artistas que más trató de comunicar con su audiencia, hasta el punto de que saltó «al barro», cuando, casi al final de su actuación, se paseó por el pasillo de seguridad saludando y tratando de encender a sus ya rendidos espectadores. Para entonces había demostrado que es un compositor de altura, alternando momentos más íntimos al piano («I'll be waiting»), con otros más enérgicos, e intercalando temas clásicos con otros de su reciente «It's Time for a Love Revolution», incidiendo en el amor como tema más recurrente de su discografía. Destacable fue el final del directo, cuando el cool afroamericano, bien secundado por una fantástica banda -incluidos metales- y con la complicidad y la chispa del guitarrista Craig Ross, interpretó «American Woman» y «Fly Away». Tras internarse entre el público con «Let Love Rule», volvió a empuñar la guitarra para despedirse, tras su «revolución de amor», con «Are you gonna go my way». Fue entonces cuando volvimos a acordarnos que llovía y cada uno trató de ingeniárselas para resguardarse, a la espera de ver, tras un parón de media hora, a R.E.M.

Para finalizar, con una propuesta visual a nuestro entender desacertada, con luces que pretendían ser amenazantes ojos rojos mirando al público y ráfagas de luz cegadoras, que impedían ver a los músicos, los británicos The Prodigy sonaron faltos de tensión y continuidad, sin la contundencia que se les presuponía. Empapados abandonamos el recinto sin esperar a la traca final, queriendo así mantener vivo el recuerdo del excepcional concierto del trío de Athens. Para los que creemos en el poder curativo de la música, hay bandas capaces de hacer tu vida -o un ratito- un poco más agradable, y las canciones de R.E.M. son, sin duda, capaces de ello. Esperemos que sea así también para los aficionados acampados a las puertas del festival; de lo contrario, no queremos ni imaginarnos la noche que pasaron, protegidos de la lluvia tan sólo por sus frágiles iglús.

 
Con r.e.m. la lluvia nos transportó a la luna

Sin estridencias, con una fina propuesta visual y como quinteto, apoyados por un batería y un segundo guitarra, la banda de Athens (Georgia) ofreció anteayer noche un soberbio directo, comenzando con «Orange crush» -con Stipe al megáfono- y finalizando, tras otros veintidós temas, con «Man on the Moon». El trío comandado por el singular vocalista Michael Stipe, con Peter Buck a la guitarra y Mike Mills al bajo y, ocasionalmente, al piano, demostró por qué es un grupo esencial del rock con un bagaje creativo rico y variado en matices. En un tono relajado, intercalaron temas de su rockero «Accelerate» con otros como «Begin & Begin» o «What´s the frequency, Kenneth?», con Stipe convertido en robot. Tras los primeros temas, el vocalista saludó a la audiencia y el sonido mejoró cuando sonó «Ignoreland». Tras «Believe me», un sencillo Stipe se mostró satisfecho de estar en Bilbo y se acordó de su viaje a Donostia (entre pitos). Nos hicieron olvidar la lluvia con «Electrolite» -con los móviles alzados-, «The one I love», «Bad day»... En corro alrededor del piano y dando la espalda al público tocaron «Let me in», homenaje a Kurt Cobain, y tras secarse el sudor con la camiseta del Athletic, volamos hasta la Luna tarareando «Losing my religion» e «Imitation of Live», sin siquiera acordarnos de no haber gritado «and i feel fine!». A. B.

Ficha

Festival: Bilbao BBK Live.

Fecha: 05-07-08 y 06-07-08.

Lugar: Kobetamendi (Bilbo).

Precio: 72 euros el sábado y 50 el domingo.

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