Ramón Contreras López Miembro de Sanfermines78 gogoan!
¿Han pasado treinta años?
Sólo la ausencia de Germán, el empeño de sectores populares por conseguir esclarecer la verdad, y sobre todo mis canas, me dicen que ha transcurrido este tiempo y que de nuestra lucha depende que merezca la pena vivirlo
Resulta dificultoso definir el concepto «tiempo», nos limitamos a medirlo. Sin embargo se percibe de diferentes maneras, es algo relativo, todo depende de las relaciones y cambios en el mundo material. Decía Benjamín Franklin que únicamente hay dos cosas seguras en esta vida: la muerte y los impuestos. También Henri Begson mantenía que el flujo del tiempo solamente se puede comprender con ayuda de la intuición. Será por eso que siento que en realidad no han transcurrido treinta años desde el 8 de julio de 1978.
Hace una semana -la prensa se hizo eco de ello- se celebró una asamblea en la iglesia (!?) de Sarriguren para reivindicar el modelo D en los centros de enseñanza públicos del Valle de Egues. Exactamente como hace treinta años.
Volviendo a julio del 78, para la administración de justicia aquellos acontecimientos no existieron. Ni las muertes de Germán y Joseba, ni las decenas de heridos, han merecido el más mínimo reproche judicial. Y si los tribunales han mostrado su fracaso e incapacidad para generar justicia y reparación, ¡qué decir de las instituciones públicas! Ninguna ha encontrado el hueco necesario para incluirlos entre las víctimas de la Transición, ni investigar ni aclarar aquellos sucesos y pedir perdón como continuadores y sustentadores del sistema político que los propició.
En febrero de 1979, la mayor parte de los miembros de la Mesa Nacional de Herri Batasuna fueron detenidos al igual que el Comité Nacional de LKI por ejercer su derecho de libre expresión, y encarcelados en Nanclares de Oca. Entre estos últimos se encontraba Patxi Urrutia. Hoy, casi treinta años después, los dirigentes de la izquierda abertzale, incluyendo a Urrutia, se encuentran en las mismas circunstancias. Es como esa película norteamericana, «El día de la marmota», en donde el actor Bill Murray interpreta a un personaje que se despierta todos los días en la misma fecha del calendario, remodelando el mito de Sísifo.
Pero no todo es igual o parecido, en algunas cosas se ha ido a peor. En el año 1978, las fiestas de Iruñea tenían espacios populares. Hoy, Unión del Pueblo Navarro, que sin aquellos hechos probablemente no estaría en el poder, prohíbe el uso de suelo público a Gora Iruñea para celebrar actos festivos alternativos y populares, mientras vende nuestra ciudad a multinacionales, empresas de todo tipo y promociona bebidas dañinas para la salud. Convirtiendo la ciudad y su fiesta en algo ajeno a sus habitantes, donde prima el consumismo y el uniformismo, y se castiga la crítica y la disidencia.
También, al igual que entonces, cuando oímos la palabra «crisis» ya sabemos su significado: las ganancias de los empresarios, de la banca y de las multinacionales crecen menos de lo que esperaban (es decir que ganan menos), y como consecuencia de ello aumentará el paro, empeorarán las condiciones laborales y nuestros salarios se congelarán, perdiendo poder adquisitivo, ya que subirán los productos de primera necesidad.
Por todo ello intuyo que no es cierto que hayan pasado treinta años. Sólo la ausencia de Germán, la resistencia de estos años en olvidar, las movilizaciones por reponer la estela, el empeño de sectores populares por conseguir esclarecer la verdad, la justicia y la reparación, y sobre todo mis canas, me dicen que han transcurrido este tiempo y que de nuestra lucha depende que merezca la pena vivirlo.