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Maite SOROA

Las cosas de la legalidad

Tiene gracia comprobar cómo lo amantes de las leyes se rebelan cuando alguna de ellas o su aplicación concreta no les gusta demasiado. Siempre tan rigurosamente legalistas y, a la hora de la verdad, pudieran parecer incluso insumisos. Ayer, en «La Razón», José Antonio Vera se rasgaba las vestiduras por una resolución judicial que no le hace ninguna gracia. Proclamaba Vera que «a veces el encorsetamiento de las leyes hace que algunas decisiones judiciales sean incomprensibles». Ya ven que no le ha gustado nada.

Decía Vera que «ocurre con las condenas por terrorismo en aplicación del anterior código penal, que permite salir a la calle a etarras condenados a cuatro mil años de cárcel, pese a haber cumplido sólo dieciocho en prisión». ¿Cuánto tiempo estuvo Galindo? ¿Y Barrionuevo? ¿Y Rafael Vera?

Sin embargo, lo que le realmente le escuece al columnista de «La Razón» es el tema del callejero vasco: «Sucede igual con el tema de las calles de los presos de ETA. Algo pasa en nuestra democracia cuando vemos que no es posible impedir que en numerosos pueblos del País Vasco haya plazas en las que se exhibe sin pudor el nombre de asesinos confesos». Pues digo yo que será porque la mayoría así lo ha decidido. Y la democracia debe ser eso. ¿O no?

Le cuesta, pero finalmente José Antonio Vera termina por reconocer que «los tribunales se acaban de pronunciar, y la explicación es legalmente irreprochable: dado que no puede haber retroactividad en la aplicación de la ley, no es posible condenar por enaltecimiento del terrorismo a los alcaldes responsables de que se pusieran nombres de etarras en determinadas vías públicas antes del año 2000, fecha en que entró en vigor la legislación. Alguien podría decir que aunque sobre aquellos ediles no se puede actuar, sí cabría hacerlo sobre quienes permiten hoy que las citadas calles sigan luciendo nombres de terroristas. Pero como la omisión no es delito, tampoco en estos casos se puede hacer nada. Con lo que el resultado es que los etarras van a seguir en los callejeros de decenas de poblaciones vascas. Lo cual genera aún más inquietud y entiendo que hasta indignación». Este Vera está mas picado que una mona.

 

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