Olaso
Tormento
El comisario Juan Antonio Gil Rubiales ha merecido los honores del Estado que defendió hasta la muerte ajena. La de Joxe Arregi, por ejemplo. La ignominia de la tortura se eleva a la categoría de misión pública cuando se aplaude, felicita y premia a los responsables del tormento. ¿Con qué credibilidad van a negar ahora quienes han dispuesto guardia de honor a Gil Rubiales que la tortura es un instrumento estructural del Estado?