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Ines INTXAUSTI

Crítica de televisión

Atodas las fugaces, el mismo deseo». Así reza un haiku de un hombre vigués recien descubierto (por mí, claro está) a través de una íntima suya, quién espero lo sea también mía algún futuro día. Una sugerentísima frase, positiva y dulce. Tanto si observamos pasmados la fugacidad como extravío eterno como si la vemos como encuentro efímero, el mismo deseo. La verdad es que debe resultar reconfortante pertenecer a la lista fugaz del autor que se llama Nacho Fernández, tan generoso con las estrellas. ¿Qué tiene esto que ver con la televisión?, os preguntaréis queridísimos lectores. Pues mucho, sí señor mío. Si para Ruper Ordorika el tocino es casi sinónimo de la velocidad como le oí desarrollar -con muy buen tino- un día en el Anboto bigarrena de Bilbo, la poesía y la televisión no son antónimas de ninguna manera. Hay más poeta tras la pantalla de lo que se cree. Aunque no por ello deja de ser un mito urbano que en la televisión cuecen basura por las noches y la reciclan durante los días. Cayetana Guillén Cuervo es un ser privilegiado en este ámbito. Hace un programa de cine sobre el cine. Una involuntaria metástasis, tan de agradecer, por otra parte, en el proceloso mar de la programación televisiva. De hecho algunas veces hasta transgenera y se atreve con el documental tan elevado en la estadística y tan invisible en la parrilla. Mientras las ficciones prescinden del elemento del azar a favor de las reglas más ferréas y clásicas de la necesidad del guión, el documental abre sus puertas al azar como bien explicaron los directores de «La espalda del mundo» hace unas semanas. Algunas de sus partes se hicieron a pelo. Cámara sin acción. Sólo la verdad de la mujer kurda que a la pregunta de sus hijos de vuelta en casa (¿Qué tal has pasado el día madre?) respondió: «Yo, aquí perpleja ante la existencia una jornada más». Si eso no es poesía... Una mujer que como todos nosotros se sorprende de la longitud de la fugacidad. Para ella y para ustedes el mismo deseo. Y unos besos también. ¿Por qué no?

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