El congreso del Partido Popular de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa parece haber cerrado la crisis abierta en la formación derechista a raíz del órdago lanzado por su anterior presidenta, María San Gil. Al elegir a Antonio Basagoiti como nuevo presidente, el partido de Rajoy pretende «centrar» su imagen y hacerla más digerible para el electorado vasco. Cualquier persona que haya seguido la trayectoria de Basagoiti en el Consistorio bilbaino sabe que éste puede remozar la imagen del partido, pero que en ningún caso va a traer un cambio de postulados. Es decir, a partir de ahora el PP no va a ser menos ultracatólico, neofranquista, elitista y antivasco que hasta ahora, pero va a intentar parecerlo.

Son varias las conclusiones que se pueden sacar de este congreso. La más inmediata tiene que ver con la posición de los «populares» ante las próximas elecciones autonómicas. Según las últimas encuestas -entre ellas aquella que pagan todos los contribuyentes de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa por encargo de Lehendakaritza pero que ya de principio discrimina a una parte importante de los mismos, incluso sin mediar sentencia ilegalizadora de por medio-, el PP puede llegar a ser el partido que tenga una de las llaves de la gobernabilidad. Dependiendo de los resultados y asumiendo la exclusión de la izquierda abertzale, podría formar gobierno en Lakua con el PSE o con el PNV. Sin embargo, no cabe descartar que tanto el PNV como el PSE utilicen a ese partido como palanca en la que impulsarse para llegar a un acuerdo postelectoral entre ellos.

Ahora bien, ambos corren el riesgo de perder una importante cuota de voto si no dicen de antemano que no pactarán con el PP, lo cual lleva a reforzar la hipótesis de que este ciclo desemboca en un pacto PNV-PSOE. El debate es quién de los dos aúpa a hombros al otro. Y, en el caso de que sea el PNV el que lleve a Patxi López al sillón de lehendakari, está por ver si sus bases le perdonarían haber dilapidado las opciones de paz y haber lanzado a los leones a la izquierda abertzale con el pretexto de no perder esa misma poltrona. Son lo problemas de entender la política en términos de imagen.