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Atutxa pasó, Mayor Oreja está al caer y «Egin» sigue vivo

A Atutxa lo tienen instalado a la cabeza de la Fundación Sabino Arana porque entre él y la presidencia del Parlamento, en el EBB se quedaron con lo segundo. A Mayor Oreja le mandaron al Parlamento europeo y ahora estudia alejarse de la política, mientras «Egin» sigue cabalgando.

Iñaki IRIONDO

Mayor Oreja, en sus primeros tiempos de parlamentario del PP en Gasteiz, era una fuente accesible y un hombre de trato cortés. En la agenda ya en desuso, rescatada de la delegación de «Egin» en Olaguibel 14 cuando el juez y la Policía dieron su permiso, aún aparece el número de teléfono de su casa y un 908 correspondiente a aquellos armatostes que a mediados de los Noventa se instalaban en los coches.

Cuando ya como ministro de Interior volvió a visitar Ajuria Enea, me buscó y tendió la mano con remarcada cordialidad. Por eso me extrañó que el 13 de julio de 1998, cuando asistía en un hotel de Gasteiz a un acto organizado por las Nuevas Generaciones del PP en recuerdo de Miguel Ángel Blanco, pasara junto a mí, me viera y ni mirara ni saludara. Una noche después 200 de sus policías asaltaban el periódico en el que trabajábamos.

Juan María Atutxa, en sus tiempos de consejero de Interior, dejó pronto de ser accesible para los periodistas de «Egin», esos «cincuenta gramos de amonal que cada mañana explotan en los quioscos». Creo que en sus ocho años como consejero apenas se publicaron dos entrevistas con él en nuestro periódico. La primera en los inicios de su mandato. La segunda, completamente inventada, un 28 de diciembre. Y seguro que nadie sabría distinguir ni entonces ni hoy la falsa entre cualquiera de las reales que se publicaban en otros medios.

Cuando cerró «Egin» y vio el primer «Euskadi Información» en la calle, Jaime Mayor Oreja dijo que se trataban de «bravatas iniciales». Y añadió que el «significado» de «Egin» «no podrán reproducirlo», puesto que «era más que un periódico o un panfleto, era un medio básico en el entramado terrorista, una pieza básica» en la organización. Según el ministro, que pasa por buen conocedor de la cosa vasca, «podrán hacer unas octavillas o un medio clandestino de comunicación, pero no podrán reproducir un medio con esas características tan determinadas».

Juan María Atutxa moderó las expresiones de su satisfacción en público, aunque no tanto en privado. En público, el consejero de Interior dijo que «jamás me posicionaré contra «Egin» por su línea editorial u opiniones o por algo que pudiera entrar en el ámbito del libre ejercicio de información», para añadir que la operación dirigida por Garzón contra «Egin» «supone la desarticulación del buque-insignia de lo que es el entorno de la violencia y la intolerancia». De sus afirmaciones privadas dejó constancia el juez Baltasar Garzón en su diario: «15 de julio de 1998. La Operación Agur ha salido bien. Y limpia. Quince detenidos. A Madrid sólo trasladamos a once. En el coche, de San Sebastián a Bilbao, recibo la llamada de Atutxa. Muy cariñoso, me da la enhorabuena por la decisión: `Esa medida tenía que haberse tomado hace mucho tiempo. La apoyo totalmente'. Se lo agradezco. Sobre todo, porque en ese momento acababa yo de oír por la radio a Anasagasti y otros del PNV protestando».

Hoy, a Juan María Atutxa lo tienen instalado a la cabeza de la fundación Sabino Arana, porque en mayo de 2005 el EBB de Josu Jon Imaz decidió que entre Atutxa y la presidencia del Parlamento de Gasteiz se quedaban con lo segundo. En cuanto escucharon el rumor de que Ezker Abertzalea podría acabar votando al candidato del PSE, jubilaron a Atutxa y lo cambiaron de prisa y corriendo por Izaskun Bilbao.

A Jaime Mayor Oreja su partido lo mandó también, allá por 2004, al cementario de elefantes del Parlamento Europeo, después del asalto frustrado a Ajuria Enea y de que José María Aznar pasara de él para designar con su dedo a Mariano Rajoy. Y ahora, cuando ya casi nadie hace caso de sus discursos obsesivos, tras haber quemado a María San Gil y haber utilizado a José Antonio Ortega Lara en un último órdago interno tan estúpido como inútil, estudia dejar aquellas lejanas tierras, alejarse de la política y tratar de vivir plácidamente, como en tiempos de Franco.

¿Y »Egin»? Sigue cabalgando -ni un día dejó de hacerlo- mientras a lo lejos se escuchan ladridos.

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