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La Unión para el Mediterráneo es aún un anteproyecto en ciernes

Lanzada con gran pompa y bajo el signo de la paz, la Unión para el Mediterráneo deberá todavía zanjar muchas cuestiones clave para su funcionamiento y demostrar que puede responder a los desafíos de una región marcada por las divisiones económicas y políticas.

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«Lo hemos logrado, la Unión para el Mediterráneo es hoy una realidad», se vanaglorió el pasado domingo el presidente francés, Nicolas Sarkozy, anfitrión de una cumbre que ha congregado a representantes de 43 países ribereños del Mare Nostrum del imperio romano.

Su ministro de Exteriores, Bernard Kouchner, saludó el «magnífico acontecimiento». Poco después tuvo que lamentar que la cuestión palestina, que condiciona en los últimos años la cooperación euro-mediterránea, provocó un «bloqueo de última hora» en la redacción de la declaración final.

Las cuestiones institucionales deberían ocupar una buena parte de los trabajos de la Unión en los próximos meses, entre ellas la elección de una sede, que se disputan Marruecos, Túnez, Malta y el Estado español y que será evocada en noviembre a nivel de ministros de Exteriores.

La cuestión de la financiación de proyectos regionales que deberían a la postre dotar de contenido concreto a la Unión no es menos espinosa.

Kouchner ha reconocido que para hacer avanzar esta Unión «hace falta encontrar ideas y medios» y ha prometido que «todas las vías serán exploradas». Una declaración de tono voluntarista con el que ha coincidido el presidente de la Comisión de Bruselas, José Manuel Barroso, quien augura que la dinámica creada por la Unión ayudará a movilizar «recursos adicionales».

Queda aún por demostrar que el lanzamiento de proyectos de cooperación será suficiente para limitar el inmenso foso en una región en la que el ingreso medio por habitante en el norte es de 26.000 dólares, frente a los escasos 7.000 en el sur.

Los promotores de la iniciativa ya han advertido de que la nueva Unión «no va a cambiar el mundo de la noche a la mañana». Ahí está el riesgo de embarranque, como el sufrido por el proceso de Barcelona, lanzado en 1995 y víctima del eterno problema palestino.

La querella entre israelíes y palestinos sobre la denominación de Israel como Estado nacional muestra las dificultades de poner en práctica los mensajes de esperanza en la paz.

Más aún, la Unión podría nacer truncada por la voluntad de ciertos países de la UE que miran hacia Europa del Este y hacia el Cáucaso. «Este año es el año mediterráneo. El próximo será el año oriental», ha advertido Alexandre Vondra, viceprimer ministro de la República Checa, país que asumirá la presidencia de turno en enero.

Siria se congratula por lograr reconocimiento internacional

El régimen sirio se felicitó ayer del éxito de la visita del presidente Bachar al-Assad a París y de su nuevamente reconocido papel de actor indispensable en la búsqueda de la paz en Oriente Medio.

La prensa siria, desde el oficial «As-Saoura» hasta el diario del partido en el poder, «al-Baas» se congratularon de este éxito el mismo día en que el presidente sirio estaba presente en la tribuna oficial en el desfile del 14 de Julio. El joven al-Assad anunció el domingo la reapertura de relaciones diplomáticas con Líbano y mostró su disposición a normalizar relaciones con Israel, incluido el intercambio de embajadas y tratados bilaterales. Advirtió, eso sí, de que no cederá «ninguna porción» de territorio y no hará ninguna concesión en torno a la soberanía siria sobre los Altos del Golán.

Analistas occidentales apuntan una evolución del régimen sirio y sitúan como hitos recientes su participación en la conferencia de Annapolis, su acercamiento a Líbano y las conversaciones de paz con el enemigo israelí. Lo que ocultan es el cambio de actitud de Occidente hacia un régimen al que hasta ahora criticaban en materia de derechos humanos. GARA

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