Limpísimo encierro y cálido agur a los gigantes para cerrar los sanfermines
Impecable encierro para cerrar un ciclo sanferminero casi también impecable. Por dar algún dato significativo, en las ocho carreras ante los astados ha habido casi la mitad de heridos por asta que en sólo una del año pasado, que dejó ocho corneados. La masificación ha tenido un efecto paradójico de reducción de riesgo, que obliga a actualizar los análisis.
Ramón SOLA | IRUÑEA
En plena calle Mercaderes, junto a la antigua tienda de Unzu, hubo ayer una escena que resume los ocho encierros de este año. Un corredor vestido de oscuro y con pantalón corto, presumiblemente extranjero, había caído al suelo, y no siguió las normas básicas de la carrera. Al contrario, se incorporó justo cuando la manada llegaba lanzada desde la Plaza del Ayuntamiento. Hizo por tanto algo muy parecido a lo que le costó la vida al estadounidense Mathew Peter Tassio en 1995. Pero no pasó nada. Los astados de Núñez del Cuvillo prefirieron apartar sus cornamentas y seguir camino. El joven perdió sólo una zapatilla, que salió volando. Aproximadamente cinco toros y mansos pasaron por encima suyo, pero no hubo cornada, ni pisotón siquiera. Salió ileso.
Escenas similares se han producido en todos los encierros, quizás menos en el día de ayer por la nobleza que mostraron los Núñez del Cuvillo. El ciclo de los ocho encierros ha sido el más limpio de los últimos años, pese a la constatación de una masificación cada vez más agobiante. Sólo se han producido cuatro corneados, y una quinta persona atendida por un varetazo. Increíblemente, tampoco ha habido heridos excesivamente graves por contusiones. Ni secuencias de toros sueltos al final de la Estafeta, en Telefónica o en el callejón. Tampoco encierros de más de cinco minutos.
Por dar algunos datos significativos, los cuatro corneados por los 48 astados de este año son tantos como los que el año pasado empitonó un solo toro: el «Universal» del Marqués de Domecq. En años precedentes han sido comunes también los encierros con seis u ocho heridos por asta, que son más de los producidos en todo este 2008.
El balance puede obligar a actualizar algunos diagnósticos sobre la evolución de la carrera. También ha puesto en valor la figura de los cabestros, que en la mayoría de las carreras han abierto y compactado la manada, minimizando los riesgos.
Para las televisiones quizás no haya sido una gran feria. Pero para los corredores habituales sí, ya que la belleza de las carreras ha estado muy por encima del «espectáculo» morboso pero indeseado de las cornadas.
Los cinco trasladados al hospital fueron dados de alta poco después
Unicamente cinco corredores fueron llevados al hospital tras el encierro de ayer, y todos fueron dados de alta en unas pocas horas. Ninguno de ellos sufrió cornadas, sino golpes de escasa consideración.
No había vascos entre ellos. Se trataba de un madrileño de 24 años hospitalizado con un traumatismo en la rodilla izquierda; un castellonense de 30, policontusionado en el tramo de Telefónica; un danés de 21, con herida en el cuero cabelludo y contusión en la masa gemelar izquierda; un británico de 31, a quien se diagnosticó un traumatismo en la clavícula en Santo Domingo (al principio se especuló con fractura, pero luego se descartó); y un zaragozano de 27, llevado al Virgen del Camino por una luxación en la mano que sufrió en Estafeta.
Así las cosas, el ciclo de encierros de 2008 acaba con 457 atendidos por la Cruz Roja, lo que supone 52 menos que el pasado año. Pero la diferencia es mucho más sustancial en el número de cornadas, ya que en 2007 los heridos por asta fueron 14 (once corneados y tres más con varetazos), y en esta ocasión sólo cinco (cuatro y uno).
Sólo ha sido mayor ahora el número de esguinces (18 frente a los 15 de 2007) y el de atenciones médicas generales (64 por 45).
En el hospital permanece el colombiano herido por asta el día 12, que tiene 26 años y reside en Madrid desde hace cuatro. Ayer explicó a la agencia Efe que tiene claro que no volverá a correr. Sufre una cornada de dos trayectorias que no tiene complicaciones y que se le produjo, según recordó, al despistarse tras pensar que ya había pasado toda la manada. Una res que venía rezagada lo empitonó en el muslo en la zona del callejón y lo lanzó por los aires.
GARA