Intervención militar en la guerra de las favelas
«Tropa de élite»
La película más vista en la historia del cine brasileño batió todos los récords en el mercado pirata, antes de lograr el Oso de Oro en la Berlinale. Su director, el documentalista José Padilha, ha tenido que hacer frente a una polémica sin precedentes por una visión interna de la violencia policial, atacada tanto desde la derecha como desde la izquierda.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
No existen cifras oficiales sobre la cantidad total de espectadores que hayan podido ver en Brasil «Tropa de élite», porque es incalculable. Se estima que en el mercado pirata se han tirado once millones de copias, lo que no ha impedido que en el estreno en las salas de cine se hayan vendido más de tres millones de entradas. En estos casos la distribución ilegal suele arruinar a los productores de la película, pero José Padilha supo reaccionar a tiempo e hizo un nuevo montaje, cambiando el comienzo y el final, lo que obligaba a un segundo visionado a todos aquellos que se sentían arrastrados por el fenómeno social que había provocado la cinta en su versión anticipada. En resumidas cuentas, y a pesar de no haber un recuento fiable, existe un reconocimiento general de que «Tropa de élite» es la película más vista en la historia del cine brasileño.
Pero una cosa es el éxito popular de una película y otra bien distinta, su recepción crítica. La prueba del algodón la tuvo que pasar «Tropa de élite» en la Berlinale, de la que salió airosa al llevarse el Oso de Oro. El premio resultó providencial para la credibilidad de la realización de Padilha, ya que una crítica de la publicación norteamericana «Variety» la acusaba directamente de fascista, como si Hollywood tuviera la exclusiva para hablar de su policía y el resto de los países del mundo debieran callar al respecto. La decisión del Jurado pesó mucho gracias a que el presidente era Costa-Gavras, toda una autoridad dentro del cine político, fuera de sospechas ideológicas.
Quien hizo tales acusaciones desconocía las credenciales del equipo artístico de «Tropa de élite». El guionista que ha colaborado con Padilha es Braulio Mantovani, el mismo que coescribió con Fernando Meirelles «Ciudad de Dios», película a la que nadie puso peros por estar narrada desde el punto de vista de los habitantes de las favelas. Por su parte, José Padilha es el aclamando documentalista que triunfó internacionalmente con «Ônibus 174», donde mostraba el proceso que lleva a los chicos de la calle a convertirse en delincuentes, a través de la reconstrucción del caso real en el que se llevó a cabo un secuestro un autobús de línea.
Policías por necesidad
Esta vez ha querido reflejar el modo en que campesinos llegados a la ciudad se meten a policías, llevados por la desesperación y la necesidad, al estilo de lo que hizo el argentino Pablo Trapero en «El bonaerense». En un principio también ideó «Tropa de élite» en forma de documental, partiendo del libro escrito por Rodrigo Pimentel, un exmiembro del cuerpo de élite BOPE (Batallón de Operaciones Policiales Especiales). El problema fue que los agentes de dicha unidad se negaron a hacer declaraciones ante la cámara, con lo que no quedaba otro remedio que acudir a la ficción.
Escapa a toda lógica que el mismo cineasta que fue tildado de revolucionario por «Ônibus 174» pase a ser acusado de reaccionario a cuenta de «Tropa de élite». Si la película resulta tan extremadamente polémica, con airados ataques tanto desde la derecha como desde la izquierda, es debido a que Padilha se ha metido de forma consciente en un terreno muy resbaladizo, por lo que ahora ha de asumir las reacciones encontradas a un planteamiento de lo más provocador. Mientras medios intelectuales brasileños denunciaban a la película por apología de la violencia policial, esas mismas autoridades policiales llevaban a juicio a Padilha en un intento de prohibir la exhibición de «Tropa de élite» en los cines brasileños. La medida no prosperó y tampoco habría resultado efectiva, puesto que el público brasileño ya había accedido al producto mediante la piratería. Para entonces ya era todo un fenómeno de masas en internet, donde el clip del tema musical «Rap das armas» estaba siendo descargado a todas horas.
Los BOPE, en auge
De lo que sí se puede acusar a Padilha es de irresponsable, en vista de que su provocación ha tenido unas consecuencias contraproducentes. La película ha hecho que suba la popularidad de los BOPE, vistos como una especie de héroes dentro de la guerra contra el narcotráfico. El símbolo de este cuerpo especial (una calavera atravesada por una daga sobre dos pistolas cruzadas) es el más publicitado en camisetas y tatuajes, sin que a nadie escape su iconografía militarista y nazi. Por poner un simple ejemplo de la locura desatada, hay que constatar que el uniforme de los BOPE ha sido el disfraz más visto en los Carnavales de Río. Por más que no estuviera en el ánimo de Padilha despertar semejante grado de adhesión al grupo armado, lo cierto es que la película ha contribuido a su popularización, en medio del debate político en Brasil sobre la tenencia de armas.
Padilha se ha apoyado en las estadísticas para cargar sobre la clase media-alta, culpando a los universitarios de favorecer el narcotráfico mediante el consumo de sustancias prohibidas, principalmente maconha (marihuana). Los estudios confirman que el 62 % de los consumidores pertenecen a dicho estrato social, y que el 84% son blancos, en un país en el que esa raza supone la mitad de la población. Los números no mienten cuando dicen que Río de Janeiro es la ciudad con mayor cantidad de muertes violentas del mundo, ya que se contabilizaron 1.260 el pasado año. Así que el cineasta califica de hipócritas a los progresistas que, siendo consumidores, luego se manifiestan contra la violencia resultante de la guerra de las favelas.
Estado corrupto
Dado el elevado número de víctimas mortales, nadie rechaza la terminología de guerra abierta. Padilha sostiene que el Estado se ha doblegado al poder de los narcotraficantes, y que la Policía está totalmente corrompida. Dentro de un contexto tan degradado, los BOPE se saltan la legalidad y actúan como una fuerza paramilitar, que en teoría es incorruptible, aunque la suya no deje de ser una guerra sucia.
La controversia proviene del hecho de que «Tropa de élite» es narrada a partir de las experiencias internas de los soldados del BOPE, en concreto desde el punto de vista de un oficial encarnado por el gran actor local Wagner Moura. Está cansado de los métodos expeditivos que ha de emplear, más aún cuando el gobierno exige una operación de limpieza, con motivo de la llegada del Papa Juan Pablo II. Esto ocurría en el año 1.997, que es cuando transcurre la acción, si bien las escenas de enfrentamientos armados que se muestran están más cerca de cualquier reportaje actual. El asunto es que el hombre quiere llevar una vida familiar normal, para lo que decide preparar al que será su sucesor, habiendo de decidirse entre dos candidatos sin la suficiente experiencia. Los aspirantes presentan dudas, debido a que la exigencia de entrega física y mental es mucha para lo escasa que resulta la paga. No tienen mucho tiempo para pensar y las escaramuzas se suceden, una tras otra, bajo el patrón disciplinario de disparar sin hacer preguntas.
Dirección: José Padilha.
Guión: José Padilha y Braulio Mantovani, sobre el libro de Rodrigo Pimentel.
Producción: José Padilha y Marcos Prado.
Fotografía: Lula Carvalho.
Música: Pedro Bromfman.
Intérpretes:
Wagner Moura, Caio Junqueira, André Ramiro, Milhem Cortaz, Fernanda de Freitas, Fernanda Machado, Thelmo Fernandes, Maria Ribeiro, Fabio Lago, Marcelo Valle.
País: Brasil, 2007.
Duración:
114 minutos.
Género: Drama social.
El triunfo de «Tropa de élite» en la Berlinale pasará a los anales del festival por la confusión que rodeó a la proyección. A la mayoría de enviados especiales la concesión del Oso de Oro les pilló de sorpresa, porque no se habían enterado de que iba, así que, para justificar la crónica del palmarés, achacaron el fallo del jurado a una decisión política de su presidente Costa Gavras. Se pasó con subtítulos en alemán y la traducción simultánea al inglés, francés y castellano, sin ningún visionado previo. Los traductores se aclararon tan poco como los cronistas, a los que se quiso organizar otro pase en condiciones.
M. I.
Jose Padilha ha asegurado que no hace películas en función del presupuesto: «Elijo la historia que quiero contar y luego me dedico a buscar el dinero». La financiación la encontró en la Weinstein Company.
El director ha explicado que el rodaje ha sufrido tiroteos y amenazas, la misma realidad de la que habla. Pese y todo Padilha se reafirma: «Mi motivación no es ganar dinero, sino narrar una historia bien contada».