Manifiesto delirante por una vida recargable
«Soy un cyborg»
M. I. | DONOSTIA
El coreano Park Chan-wook hace un alto en su filmografía, después de la trilogía de la violencia, con una película mucho menos agresiva. De tal suerte que demuestra no necesitar de golpes de efecto sangrientos para reclamar la atención del espectador, al que quiere cautivar en «Soy un cyborg» mediante recursos imaginativos. Si bien en lo argumental guarda similitudes con «Alguien voló sobre el nido de cuco» y «Hombre mirando al sudeste», el tratamiento visual es tan personal que escapa a cualquier posible comparación. El minimalismo de la puesta en escena contrasta con el delirio de las secuencias subjetivas protagonizadas por los internos del psiquiátrico, los cuales creen tener distintos poderes. Destaca la peculiar historia de amor entre la chica que declara ser un cyborg y el muchacho de la careta, el único que la comprende, debido a que también proyecta fantasías al exterior relacionadas con su habilidad para robar las emociones ajenas. La película ha sido vista como una alegoría sobre la progresiva maquinización de nuestras vidas, en un intento desesperado por mantener intactos los rasgos personales bajo una apariencia cada vez menos real, que llega a confundirse con la locura.