«Nevando voy» o de cómo hacer cine a lo «cronopio», rodando del otro lado
Ante el rodaje de «Nevando Voy», con un presupuesto limitadísimo y todo tipo de obstáculos, se puede optar por dos actitudes. La racional, descartarlo por imposible. O la que seguirían los «cronopios», aquellos personajes de Julio Cortázar que creen que se puede vivir del otro lado.
Itziar AMESTOY
Candela Figueira y Maitena Muruzabal son las directoras, productoras y últimas responsables del trabajo «Nevando Voy», que se estrena hoy en los cines Golem Yamaguchi de Iruñea. Con cinco reproducciones del trabajo en 35mm estas dos jóvenes cineastas intentarán llevar al mayor número de salas de cine su cinta. «Hacer una primera película es muy difícil, casi imposible, pero hay que hacerla, para que quepa la posibilidad de hacer una segunda», explican. De hecho todo su trabajo, tanto la temática como la forma de llevarlo a cabo, es una apología de la actitud que les llevó a crear su propia empresa cinematográfica, Cronopia Films. Tomaron prestado el nombre, pero sobretodo la actitud, de los personajes que imaginó Julio Cortázar, los cronopios. Y, tal y como harían estos seres que viven en la utopía de «Historias de cronopios y de famas», revindican que se puede vivir y trabajar del otro lado. «Muchas veces vemos un solo camino y miramos las cosas desde el mismo lado, cuando quizá viéndolas del otro seríamos más felices», reclaman Figueira y Muruzabal.
Las dos directoras se conocieron cuando realizaban un máster en California. Candela venía de Argentina, mientras que Maitena viajó desde Iruñea. Aunque con orígenes muy diferentes, su recorrido les hizo montar una productora juntas. Los comienzos son difíciles y «el dichoso dinero» reivindica su importancia aún y cuando no se le quiere dar. Por eso, Maitena tuvo que ponerse a trabajar en una fábrica, ya que, tal y como cuenta, el ámbito cinematográfico iruindarra no parecía muy prometedor. Ante esta realidad se le volvieron a presentar dos opciones; desanimarse por el hecho de tener que ir cada día de seis de la madrugada a dos del mediodía a una fábrica para llevar a cabo un trabajo no muy interesante o preguntarse qué haría un cronopio en su caso. Maitena eligió las dos, puesto que en ese trabajo no sólo se enriqueció de las relaciones personales con sus compañeros, sino que encontró el argumento del que sería el primer trabajo de Cronopia Films.
«Nevando voy» narra, por lo tanto, la historia de cuatro personajes que se juntan casualmente en una fábrica de embalaje de cadenas para la nieve. Ante el aumento de trabajo, Javier, el encargado, pide refuerzos; a Jairo lo trasladan de otra sección, mientras que Ángela y Karmentxu llegan de una ETT. Aunque no esperan nada más allá que el dinero que les llega a final de mes, un temporal anuncia que el trabajo se alargará y Ángela empieza a romper las reglas del trabajo convirtiéndolo en un juego.
La nieve es, al tratarse de una fábrica de embalaje de cadenas, el elemento que une a los cuatro protagonistas. Pero va más allá. «La nieve tiene algo mágico, cuando nieva es un momento especial», describe Candela Figueira. También buscaban afirmar que se puede vivir y trabajar del otro lado. «Pusimos la nieve como verbo en el título porque lo que propone la película es un cambio de actitud, el mismo que suele generar la nieve». En definitiva, que se puede vivir y trabajar nevando.
El mismo rodaje también lo llevaron a cabo «sin olvidar que jugábamos a hacer una película». Por eso, se lanzaron a la aventura con un presupuesto mínimo, limitando el rodaje a 4 semanas y haciendo uso de la generosidad de amigos y conocidos. Tres de los cuatro actores no habían rodado nunca un largo y para la mayoría de las 10 personas que componían el equipo técnico era la primera vez que hacían algo así. «Cuando demuestras confianza a una persona y le das autoridad, suele responder bien», afirma Figueira.
Además de la ingenuidad inicial que reconoce Candela, durante el proceso se enfrentaron a numerosos obstáculos, desde la ruptura de la cámara hasta actores que sin saber conducir tenían que rodar en el coche, pasando por el hecho de necesitar luz invernal mientras grababan en pleno agosto, momento en el que les cedieron la fábrica porque estaba cerrada. Pero hicieron como los protagonistas del filme y convirtieron el duro trabajo en un juego. Después llegó el problema de la distribución. Al final, con una subvención del Gobierno de Nafarroa, la primera de todo el trabajo, pasaron el trabajo de vídeo a 35mm.
Ahora, con 5 copias bajo el brazo, inician la aventura de llevar la cinta a todas las salas que puedan. De momento, han obtenido el premio del público al Mejor Largomertaje en las Semanas de Cine de Valladolid y Medina del Campo, entre otros.
Estas dos cineastas-cronopias han dejado más que claro que se puede hacer cine también del otro lado.