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Txisko Fernández Periodista

Lo intentan, pero no nos acostumbramos

Los poderes del Estado español están acostumbrados a actuar con total impunidad, incluso cuando se trata de conculcar su propia legalidad. Lo hicieron durante 40 años de dictadura militar y lo han seguido haciendo durante los 30 años de «Monarquía parlamentaria». Es más, la actual Constitución española antepone la función de sus Fuerzas Armadas a los derechos de la ciudadanía: a las primeras dedica el Artículo 8 y a la segunda, el Artículo 9. En éste se recoge que «los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico». Ya ven, la primera aparición de «los ciudadanos» en la Carta Magna es para ser advertidos de que rey sólo hay uno, porque éste, ya lo deberían saber, «es inviolable y no está sujeto a responsabilidad» (Artículo 56).

Los «poderes públicos» respetan la legalidad mientras ésta no les impida lograr sus objetivos. Cuando sucede lo contrario, eligen entre cambiar la ley o saltársela a la torera. Y eso lo han admitido -incluso de forma expresa- desde generales en mando hasta ministros con cartera.

Por eso, porque están tan acostumbrados a ser un «estado de desecho» político y moral, la denuncia que GARA hizo pública ayer no supone ningún terremoto mediático en Madrid, sino todo lo contrario: se oculta la noticia en la medida de lo posible, se esconde tras el cinismo o se replica eso tan ocurrente de «¿qué se creían, que no nos íbamos a atrever?».

Si el actual Gobierno español, siguiendo los pasos de José María Aznar, no ha ocultado su deseo de acabar por cualquier medio con este proyecto periodístico desde que José Luis Rodríguez Zapatero llegó a La Moncloa, ¿alguien duda a estas alturas de que GARA esté siendo perseguido también de forma ilegal? Probablemente, nadie. Pero hay ciertos agentes vascos que, estúpidamente, siguen mirando para otro lado o que, con el rencor nublándoles la objetividad, prefieren pensar que «cuanto peor para ellos, mejor será para nosotros». En esto, deberían saber, perdemos todos y todas; perderá Euskal Herria si sigue bajo la bota de este «estado de desecho».

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