GARA > Idatzia > > Kultura

CRíTICA | Cine

«Dejad de quererme»

p042_f01_162X112.jpg

Mikel INSAUSTI

El cine de Jean Becker cada vez me llega más, seguramente por su afán en encontrar el sentido de la vida, hoy en día relacionado con exprimir al máximo el tiempo. Queremos hacer demasiadas cosas y hacerlas ya, aunque a veces la verdadera felicidad se encuentra en saber detener ese tiempo que se escapa. La rutina y las prisas se mezclan en una ceremonia de la confusión, que contrasta con la sencillez de las escenas campestres que transmiten quietud. Viendo «Dejad de quererme», uno puede sentir que el secreto existencial se oculta en actividades tan insignificantes como la pesca con mosca, que, según quienes la practican, encierra mucho arte y toda una filosofía del comportamiento humano. El padre del acelerado protagonista de esta magistral combinación de comedia satírica y drama de autoconocimiento huyó del mundanal ruido, se fue a Irlanda para convivir exclusivamente con la caña de pescar. Su hijo quiere darse también una oportunidad, pero para él es demasiado tarde.

Lo que le ocurre a este publicista cuarentón que se rebela contra la dictadura del tiempo es que pertenece a una generación atrapada en el convencionalismo burgués, y un fin de semana no deja de ser un periodo demasiado corto para tratar de cambiar las cosas de una forma expeditiva y radical. Su repentino acceso de sinceridad tiene el mismo efecto en los demás que un ataque de locura, lo que queda en evidencia en la gloriosamente teatral secuencia de la fiesta de cumpleaños que recuerda a «La cena de los idiotas». Cuanto más se esfuerza el anfitrión en ser desagradable con sus invitados, éstos se muestran más comprensivos y exquisitamente educados, como buenos burgueses parisinos. Por lo que el homenajeado ha de llegar a las manos y provocar una violenta pelea, como método extremo para desencadenar una catarsis colectiva que, por supuesto, no conduce a nada. La respuesta que busca tan angustia- do hombre está más lejos, en el viaje que le conduce hasta la Irlanda de los ríos trucheros.

Pero «Dejad de quererme» ha sorprendido por su originalísimo planteamiento, al invertir deliberadamente el tópico argumento de los dramas existenciales sobre situaciones traumáticas que tanto proliferan en los festivales de cine. El veterano Jean Becker ha creado así el suspense emocional, porque no revela hasta el final las causas que llevan al protagonista a su actitud destructiva, cuando de pronto se vuelve como un adolescente caprichoso dispuesto a enarbolar el slogan del movimiento punk no future. Mantiene al espectador en una intriga intelectual constante, ya que se podrían sospechar diferentes motivos para su rebeldía, puesto que coincide con una edad que se suele considerar crítica. Sin embargo, en la película nada es lo que parece, ni siquiera la supuesta amante que empuja a su esposa a romper, es tal. Él deja que el equívoco llegue hasta sus últimas consecuencias, porque se ha convertido de la noche a la mañana en un kamikaze, en un suicida.

La respuesta está en «Le temps qui reste» de Jean-Loup Dabadie (letra) y Alain Goraguer (música), que canta con emoción el malogrado Serge Reggiani. Suena durante los créditos y te pone la piel de gallina, en especial la estrofa central: «Je l'aime tant, le temps qui reste... je veux rire, courir, parler, pleurer... et voir, et croire... crier, manger, nager... j'ai pas fini, j'ai pas fini... voler, chanter, parti, repartir... souffrir, aimer... je l'aime tant, le temps qui reste».

Ficha

Título original: «Deux jours à tuer».

Dirección: Jean Becker.

Guión: Jean Becker y Eric Assous, sobre la novela de François D'Epenoux.

Intérpretes: Albert Dupontel, Merie Josée Croze, Pierre Cabeck, etc.

Género: Drama existencial.

Origen: Estado francés.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo