Segregar el distrito bruselas-halle-vilvoorde (BHV), objetivo de los partidos flamencos
El distrito electoral de Bruselas-Halle-Vilvoorde, también conocido por sus siglas BHV, es una anomalía del sistema electoral belga que los partidos flamencos denuncian por considerarla discriminatoria. Su segregación es una de sus principales demandas.
Martxelo DÍAZ
La segregación del distrito electoral de Bruselas-Halle-Vilvoorde (BHV) es una de las reivindicaciones de los partidos flamencos, que al ser rechazada por los valones, ha provocado la enésima crisis en el seno del Estado belga. En esta demanda se unen elementos territoriales, pero también reclamaciones en defensa de la lengua neerlandesa, tradicionalmente marginada por los dirigentes valones de Bélgica, que han priorizado el francés.
El primer dato que hay que conocer para entender el conflicto en torno a BHV es que Bélgica se articula como un estado federal, dividido en tres zonas: Flandes, Valonia y Bruselas. La comunidad alemana está inscrita administrativamente en la provincia valona de Lieja. Desde 1962, el neerlandés es oficial en Flandes y el francés en Valonia, mientras que Bruselas es una isla bilingüe inserta en Flandes.
Electoralmente, Bélgica se divide en diez provincias, cinco flamencas y cinco valonas. En cada una de ellas, dependiendo de su ubicación, se presentan partidos flamencos o valones. No existen partidos belgas. Así, hay dos partidos democristianos -uno flamenco y otro valón-, dos partidos socialdemócrtas, dos partidos liberales, dos partidos ecologistas, dos partidos ultraderechistas, ...
El problema es que hay un distrito electoral que no se corresponde exactamente con una provincia, ya que Brabante Flamenco -hay otro Brabante Valón- está dividido en dos distritos. Uno es el de Lovaina (Leuven), que se rige por la norma flamenca. El otro es Bruselas-Halle-Vilvoorde, que une la capital federal y la otra mitad de la provincia. El bilingüismo que rige en Bruselas se aplica a todo el distrito, por lo que los valones que residen en la flamenca Halle-Vilvoorde pueden hacer campaña en francés e, incluso, votar a partidos valones. Todo este sistema es de nueva creación, ya que se instauró en 2003.
Desde Flandes se denuncia que esta excepción supone una discriminación, puesto que los flamencos que viven en Valonia no pueden, en ningún caso, votar a partidos flamencos y tienen que optar por las formaciones valonas.
Esta discriminación ha sido aceptada por el Tribunal Supremo belga, que ya en 2003 consideró que la existencia del distrito de Bruselas-Halle-Vilvoorde era anticonstitucional.
De hecho, la imposibilidad de convocar nuevas elecciones para salir del callejón sin salida en el que la dimisión del primer ministro, Yves Leterme, ha metido al sistema institucional belga radica, en parte, en la anticonstitucionalidad de BHV. Un recurso de cualquier ciudadano flamenco que hubiera padecido la discriminación reconocida por los tribunales belgas podría ser la puntilla para el actual Estado.
La demanda flamenca de segregación de BHV es una de las bases en las que se asienta la reforma del Estado belga que reclaman. En este sentido, piden que Halle-Vilvoorde se una al distrito de Lovaina, para que toda la provincia de Brabante Flamenco pueda formar un distrito electoral regulado con leyes flamencas. Es decir, que esta provincia deje de ser una excepción en el sistema electoral belga. Bruselas, evidentemente, debería formar un distrito propio y bilingüe. Sería una especie de Washington D.C., la capital de EEUU que se articula al margen de la división en estados -provincias en el caso belga- del resto del país.
El conflicto de BHV es uno de los que más ha contribuido a separar a flamencos y valones. Cada vez que esta cuestión se ha tratado en el Parlamento federal, todos los partidos flamencos -desde la izquierda a la extrema derecha- han adoptado una postura común, mientras que todo el espectro ideológico valón ha optado por la opuesta.
Los valones se quejan de que la legislación que protege al neerlandés en Flandes es discriminatoria para los francófonos. Sin embargo, esta normativa es el reflejo de una lucha que comenzó en 1830, con la creación de Bélgica, un estado unitario en el que la única lengua oficial era el francés. Desde entonces, los flamencos han luchado por proteger su lengua ante uno de los idiomas más fuertes de Europa. Los valones consideraban al neerlandés un idioma de segunda fila.