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Jesus Valencia Educador Social

Coca Cola, la chispa de la muerte

Coca Cola contribuyó con al menos 600.000 dólares a la campaña electoral de Bush y, sin poder precisar la cantidad, ayudó a financiar la criminal agresión imperialista contra Irak

Hace cinco años el Foro Social Mundial eligió el 22 de Julio como Día de Repudio a Coca Cola. Pretensión audaz la de intentar ponerle vallas a un imperio económico que no conoce fronteras; intento también difícil en Euskal Herria, donde el dichoso brevaje tiene carta de ciudadanía reconvertido en kalimotxo. Así y todo, el internacionalismo vasco participa activamente en dicha iniciativa de boicot mundial.

Coca Cola mantiene comportamientos comunes con cualquiera de las empresas multinacionales. Emporio desloca- lizado que extiende sus tentáculos por los cuatro puntos cardinales. Maquinaria fantasma con un elevado nivel de producción sin apenas personal de plantilla ya que casi todos los tramos del proceso están privatizados. Sagaz acaparadora de acuíferos para asegurarse la materia prima con la que elaborar su producto; nefasta contaminadora de espacios limpios al deshacerse de sus pócimas. Como otras potencias económicas, fuertemente incrustada en el tejido político norteamericano y en el de los países dependientes donde asienta sus reales. Contribuyó con al menos 600.000 dólares a la campaña electoral de Bush y, sin poder precisar la cantidad, ayudó a financiar la criminal agresión imperialista contra Irak.

En cuanto a los países subsidiarios, actúa como virreina imponiendo las directrices políticas que convienen a la propia empresa y a Washington. A todos estos encantos, Coca Cola añade otro más específico: haber devenido en punta de lanza de la neocolonización. La marca de Coca Cola delimita los territorios adscritos en la órbita yanky; anula los rasgos identitarios de los pueblos para instaurar el modelo de vida norteamericano, carcome cualquier ideología independiente para convertir a las sociedades conquistadas en colonias desculturizadas y huecas.

Como empresa globalizada en la economía neoliberal, Coca Cola exprime al máximo las venas de incontables países para incrementar sus gigantescos beneficios. Aunque los métodos que utiliza para ello se han demostrado refinadamente inhumanos. Tiene el triste lábel de pertenecer a las cuatro empresas más explotadoras del planeta. Según informes de Human Rights Watch, explota a niños salvadoreños en las plantaciones de caña de azúcar sometiéndolos a prolongadas jornadas laborales. En Guatemala y Colombia, según refieren los sindicatos de este último país, «sufrimos por parte de Coca Cola ocho décadas de saqueo, represión, señalamiento, destierros, despidos colectivos, amenazas de muerte, detenciones, asesinato de dirigentes sindicales...».

La campaña de boicot que se está desarrollando a nivel mundial tienen un componente fundamental de solidaridad internacionalista. Se trata de una solidaridad combativa contra un monstruo demoledor. Herramienta de presión consciente, comprometida y fácil de ejecutar; gota que se une a otras gotas para engrosar el caudal; combate popular que se está desarrollando en distintos lugares del mundo. También Euskal Herria quiere estar presente en la trinchera internacionalista recogiendo el clamor de los trabajadores amenazados: «Quienes participan en el boicot nos ayudan a defender nuestro derecho a la vida».

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