La decisión de Nafarroa Bai de disolver el grupo municipal de ANV en Zizur Nagusia no puede suscitar otra cosa que estupor por múltiples motivos. El más obvio es que la coalición se une a una ofensiva que ha criticado verbalmente en ayuntamientos tan próximos como el de Iruñea. Junto a ello, son pocos los consistorios que han adoptado esa medida, lo que indica que NaBai ha ido en Zizur Nagusia más lejos que ayuntamientos en manos del PSOE o del PNV. La gravedad de la decisión aumenta tras escuchar las justificaciones del alcalde, Pedro Huarte, y el detalle de las medidas impuestas, incluido un ultimátum a la edil abertzale. Y se dispara tras no escuchar ninguna desautorización por parte de los dirigentes de EA y Aralar. Cabe recordar que, pese a la composición paritaria de la Permanente, ambos partidos son claramente mayoritarios en la coalición por encima de PNV y Batzarre, y que ambos afirman rotundamente estar contra la ilegalización de la izquierda abertzale.

Ante la falta de explicaciones de fondo, la tesis que impone la lógica es el deseo de Nafarroa Bai de hacer al PSOE un «regalo» en Zizur Nagusia que evite que este partido le descabalgue de la Alcaldía, como ya ocurrió en la vecina Barañain. Y todo ello pasa apenas un año después del famoso «agostazo», definición dada por la propia NaBai a la decisión del PSOE de dejarle plantado y mantener en el Gobierno navarro a UPN.

Tras aquella apuesta del PSOE, Nafarroa Bai también hizo la suya: seguir poniendo todos los huevos en la cesta de este partido, aunque ello le obligue a acatar la ley española sin reparo, a pasar por encima de la voluntad popular, a contradecir sus discursos con sus hechos y, en conclusión, a dilapidar credibilidad. Una credibilidad que sus dirigentes admiten tocada por la sucesión de crisis internas e incoherencias producida en este primer año de legislatura, y que recoge el reportaje de hoy de GARA, elaborado antes de que saliera a la luz el caso de Zizur Nagusia. Una credibilidad que queda hoy más en entredicho que nunca tras este auténtico «agostazo» a las conciencias de muchos votantes que apostaron de buena fe por la coalición.