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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Tambien hay ración para Odón

Si ayer era Miren Azkarate la que salía malparada en las páginas de «El Mundo» por el caso de Iñaki De Juana, ayer le tocaba a Odón Elorza en el «Abc».

El columnista Hermann Tertsch la emprendía a palucadas con el alcalde donostiarra por su condescencia hacia el ex preso político: «Odón Elorza ha sido muy claro: queremos que Iñaki sea de los nuestros pero ha de comportarse un poco. Así, con seriedad y sin tapujos. Es como hacen las cosas los enhiestos que, eso sí, jamás caerán en el enfrentamiento sin sentido, en la crispación ni en los aspavientos de quienes sólo buscan reventarnos el buen ambiente, aquí en la ciudad más bonita del mundo, tan civilizada, esta Donostia». Quisiera ser irónico y le ha salido una melonada.

Tal vez quiso Elorza ganarse la simpatía de los ultras y da la impresión de que ha obtenido lo contrario: «Si reflexionamos sin acritud -siempre sin acritud, que es lo que nos pide el alcalde- todos deberíamos coincidir en que la imagen de De Juana frente a la Perla de la Concha es el mejor cartel para la promoción de unas fiestas en las que siempre gritan unos y callan otros. Y Odón las celebra como gran ceremonia de la armonía y el `jatorrismo' del buen beber. Parece mentira que este alcalde sea el mismo que advertía hace un año al Partido Popular que `debía controlar a sus perros' (...) ¿Dónde están los perros, don Odón? ¿No estarán en la calle Juan de Bilbao -y en el resto de la Parte Vieja o tantos otros rincones- donde, si no ha protegido, nunca ha combatido en diecisiete años de alcaldía un pozo negro de terrorismo». Pues si no le gusta la Parte Vieja... que no venga. Nosotras tan tranquilas.

Y en esta enloquecida carrera periodística en la que se trata de llegar a decir más melonadas que los demás, el tal Hermann advierte a su lectores que «Nadie vaya a creer que es una casualidad que Elorza sea alcalde de San Sebastián desde hace diecisiete años. Con tanto enemigo asustado y tanto cómplice envalentonado, sabiéndole a él tan cercano, Odón, el pequeño Napoleón donostiarra, ha consumado la conversión/perversión de una gran ciudad española cosmopolita en un zarrapastroso mercadillo aldeano dominado por el miedo». Insisto: que no venga si no le gusta. Y Elorza que aprenda la lección: no se libra ni pichichi.

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