GARA > Idatzia > > Kultura

CRíTICA cine

«Wall-E»

p034_f02_.jpg

Mikel INSAUSTI

La grandeza de una película como «Wall-E» invita a volver la mirada hacia las obras maestras de la ciencia-ficción, a lo que ayuda de manera decisiva la espectacular apariencia de formato en «panavisión» conseguida digitalmente, pero podría ser un error de apreciación. Creo que la última maravilla de Pixar no admite comparación con el resto del cine que se hace hoy en día en Hollywood, porque no desdeña otros materiales más humildes en el desarrollo de su inagotable imaginario. He leído sobre las referencias a los escritores del género Matheson, Asimov y Bradbury. Los constantes homenajes a las películas de culto «2001: Una odisea del espacio», «Naves misteriosas» o «Metrópolis» tampoco pasan desapercibidos; sin olvidar otros guiños a «Yo, robot», «Cortocircuito», «E.T.», «La guerra de las Galaxias», «Náufrago», «Matrix» o «Una verdad incómoda». En el humor reivindica el cine mudo, con Buster Keaton y Charles Chaplin como maestros del gag gestual. Y en cuanto al musical, la insistencia en «Hello Dolly!» resulta clave para entender el viejo mundo condenado a desaparecer, con su romanticismo nostálgico. Todo eso está ahí, pero no debería pasar desapercibido el hecho de que «Wall-E» es una comedia ambientada en el futuro y en el espacio, con precedentes televisivos muy olvidados por su falta de pretensiones.

A lo largo de la proyección no pude evitar acordarme de «Quark» (La escoba espacial)», una serie de televisión paródica de finales de los años 70. Allí, aunque fuera tomada a broma, estaba contenida la idea de que los humanos somos básicamente unos generadores de basura y, que no conformes con llenar la tierra de residuos contaminantes, acabaremos convirtiendo el espacio exterior en un inmenso vertedero de chatarra, y sino al tiempo. Por eso, cuando se cuenta la épica de los cosmonautas y de los exploradores del universo se está mintiendo, ya que a este paso la mayoría de las naves del futuro serán contenedores de basura dedicados a la recogida de desperdicios. No es de extrañar, por tanto, que el visionario guión de Andrew Stanton tenga como eje central la obsesión por la limpieza. Por una vez, el merchandising de la película cobra sentido, y me imagino que Álex de la Iglesia ya habrá adquirido la réplica del robot Wall-E, que recoge los restos de plastilina o lo que hayan dejado los niños esparcido por el suelo, para prensarlos en su interior y empaquetarlos en perfectos cubos apilables. En la colección de increíbles muñecos también está M-O, que es mi preferido y el que más carcajadas me provocó en la sala de cine. Se pasa toda la segunda parte con su rodillo siguiendo el rastro de manchas que dejan las cadenas de Wall-E en su rodar por los interminables pasillos de la nave-crucero Axiom. No importa que sea un secundario, porque los diseñadores de Pixar ponen el mismo cuidado por el detalle en todas y cada una de sus creaciones.

El debate estético es fundamental en «Wall-E», como en toda obra de anticipación que resulta de una proyección hacia el mañana de la realidad actual. La contaminación y el deterioro medioambiental son ocultados bajo una capa de belleza artificial consumista, que en el año 2700 encuentra su caricatura en un crucero de lujo por el espacio exterior, huyendo de la destrucción de la tierra. Sin embargo, la película es un poema visual que contrapone a las duras imágenes de la devastación planetaria la grandiosidad del espectáculo de una naturaleza infinita, cuya vida, por suerte, no depende de la especie humana.

Ficha

Dirección y guión: Andrew Stanton. Único intérprete: Fred Willard. Montaje: Stephen Schaffer. Efectos visuales: Dennis Muren. País: EEUU, 2008. Género: Animación. Duración: 98 m.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo