Hienas riendo
Ines INTXAUSTI | Crítica de televisión
Estaba comiendo una docena de sardinas en un restaurante del ghetto con un buen amigo en un tórrido día. A pesar de ello, la cortina verde a mi lado se movía vencida por la fuerza de un ventilador tipo «Casablanca». Y cuando lo hacía, yo podía ver la televisión, oirla al mismo tiempo que a mi interlocutor e incluso leer algunos subtítulos. Sí, señora...
Era la hora de los Simpsons. Marge y Homer estaban en una especie de casa de reposo y un yogui en taparrabos aleccionaba a la madre de Bart, que aparecía delante de él a cuatro patas. El yogui indio a su espalda aparecía totalmente (total-mente) erguido y eréctil.
«¿Cómo me dijo que se llamaba esta postura?» preguntó Marge. Y el hombre le respondió: «El contribuyente americano, se llama, el contribuyente americano...». Bien claro y explícito. Como la Hacienda misma. Utilizar los dibujos animados para criticar sistemáticamente al sistema es un hallazgo provocador muy necesario en el espectador y absolutamente rentable para la cadena. A3 lo sabe muy bien. No recuerdo el nombre de otro tipo de dibujos con los que contraprograma a «La Noria», de Tele5, pero los protagonistas son árabes. Uno de ellos el otro día engañó a una joven haciéndole creer que era un terrorista (como le ocurrió a Darek), para que se acostara con él. «Mañana ni se te ocurra pasar al lado de la embajada americana...». Ella, obviamente, se acercó a la embajada y allí estaba él, a punto de quitarse la chilaba marrón. Se lanzó sobre él pensando que iba a atentar en ese instante. Pero se estaba quitando la chilaba, porque debajo llevaba el uniforme del «Kebab King» de la embajada, del que era dueño. Dos jóvenes con chador que pasaban por allí lo comentaron: «Ya ha vuelto e engatusar a otra diciendóle que era terrorista para acostarse con ella...». No todas son tan remolonas como Scherezade. Y no hay que ir muy lejos para comprobrarlo un día sí y otro también. Gracias a Alá, of course. El espíritu crítico americano no esta hecho con material nacional. Por eso resulta tan caústicamente verdadero. En fin, me voy a Abu Ghraib.