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El relevo generacional se baja de la mesa

Deporte nacional chino por excelencia e incluso arma diplomática en la década de los 70, el tenis de mesa -también conocido como ping pong- mantiene en plena forma a Xu Tianwu, de 72 años, pero es un ejercicio que las jóvenes generaciones tienden a abandonar.

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En uno de los grandes parques de Beijing, el señor Xu ocupa, junto a un amigo, una de las veinte mesas dispuestas para el disfrute de la ciudadanía. «Para mí, es una manera de ser feliz y mantener un buen estado de salud», explica este jubilado que dedica a su actividad favorita un mínimo de tres horas diarias. Comenzó a jugar relativamente tarde, cuando se acercaba a la cincuentena. «Después ya no lo he abandonado nunca. Me mantengo bien gracias a esto. Espero seguir jugando hasta los 80 años», advierte.

Inventado por unos británicos para superar su frustración cuando a causa de la lluvia no podían jugar a tenis sobre la hierba, fue acogido por los chinos a inicios del siglo XX, que la convirtieron en su deporte emblemático. Hasta tal punto que mucha gente piensa que se trata de un invento suyo. «El ping pong muestra la destreza, la rapidez y la velocidad de los chinos», sentencia Xu.

Aunque fue introducido en el país en 1904 por el propietario de una tienda de muebles, su verdadera expansión no llegó hasta 1949, con el inicio del régimen comunista. Relativamente fácil y barato, fue el acceso a las primeras grandes victorias deportivas de China, con un primer campeonato mundial en 1959. Más tarde, Mao -quien en los 50 acuñó el eslogan `Desarrollar el movimiento deportivo, reforzar la condición física del pueblo'-, lo utilizó para acercarse a los Estados Unidos. En 1971, esta selección pisaba suelo chino para disputar una serie de amistosos, abriendo la vía a una progresiva normalización de relaciones. Se había inventado «la diplomacia del ping pong». En Beijing 2008, es uno de los deportes con los que China cuenta para superar al gigante estadounidense en el medallero.

Pero el deporte nacional tiene cada vez más competencia, sobre todo entre los jóvenes, que se inclinan por el baloncesto, el fútbol y los «deportes extremos». Las mesas están cada vez más vacías, las canchas cada vez más llenas. En Dongdan, al este de la capital, el joven Zhao Chao, 18 años, asegura que «el baloncesto ilumina mi vida». Pasa al pie de la canasta al menos una hora diaria.

Para Pierre Justo, director general de medios y deportes en la sociedad de estudios de mercado CSM Media Research/TNS Sport, el tenis de mesa debe enfrentarse a dos desafíos: «El relevo generacional y la gran fuerza económica de los chinos». Esto último parece una contradicción, pero sucede que las grandes empresas chinas que operan en el extranjero tienden a ignorar el tenis de mesa como soporte publicitario. Para Justo es un error, ya que «se trata de un deporte que, a diferencia del baloncesto o del fútbol, toca el alma de los chinos. Es una llave de entrada relativamente barata y bastante eficaz para llegar a un gran número de personas», apunta.

 
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